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BENITO DE URBINO 175 escapó alguna queja, un religioso le recordó que san Francisco se había tirado a propósito entre espinas. Benito reaccionó inmediata– mente y dijo: «Tiene razón». Desde entonces nadie le oyó lamentar– se más. Confiado siempre en la divina providencia, sintió su protección en circunstancias difíciles. Se dirigía una tarde desde Ancona a Seni– gallia por un camino bordeando el mar. Estaba extenuado y, a pe– sar de la ayuda del religioso que le acompañaba, se derrumbó ago– tado. Caía la noche, el lugar era solitario y el compañero fue presa del desaliento. Benito le dio ánimos. «Confiemos en que el Señor nos ayudará. ¿ Ves aquellas barcas en el mar? El Señor puede per– mitir que venga alguna a socorrernos». Dicho y hecho. Una barca se destacó de las otras, vino hacia ellos y el pescador les hizo subir a bordo y los llevó al puertecillo de Senigallia. Predicador de «lugarejos» Quedaría desilusionado quien buscase nombres de grandes ciu– dades entre los lugares frecuentados por el beato Benito en su predi– cación. Salvo raras excepciones -Pésaro, Urbino y Génova- los pueblos son tan humildes que se anda mal para encontrarlos en un mapa corriente: Castellone, Acqualagna, Croce, Cagli, S. Angelo in Vado, S. Lorenzo in Campo, Barchi, Montefeltro, Bárbara, Se– rrongarina Sassofferrato, Sassocorvaro... De hecho, sus parientes hubieran deseado que escalase púlpitos famosos para gloria de la familia Passionei. En cambio, el padre Benito prefería los «pequeños pueblecillos», porque no buscaba la fama, sino el bien de las almas. Emprendía toda predicación con un acto de absoluta obediencia a la voluntad del superior que lo enviaba y, antes de ponerse en camino -breve o largo, lo recorría siempre a pie- pedía perdón a todos los religiosos de posibles faltas cometidas contra ellos. Su andar era ritmo de oración, de meditación, de conversaciones piadosas y espirituales: no admitía char– las inútiles. Más de una vez llegó agotado al lugar de la predica– ción. Los testigos recuerdan que, yendo hacia Mondavio, Fano, Croce o Senigallia, vencido por la debilidad, tenía que detenerse a lo largo del camino.

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