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BENITO DE URBINO 171 nidad de Cagli, de donde saldrá para dirigir la comunidad de Urba– nia los años 1622-1623 y de nuevo la de Cagli (1623-1625). También estuvo en otros conventos: Senigallia, Mondavio, Osimo (donde qui– zás fue superior) y Urbino. El padre Benito podría parecer un religioso corriente en aquel tiempo en que la Orden capuchina era palestra cotidiana de heroicas virtudes. El haber desempeñado cargos importantes -como guar– dián, definidor y «predicador»- no lo destacaría suficientemente en medio de unos religiosos entre quienes florecía el espíritu. Para captar lo que verdaderamente lo caracteriza, hay que pres– tar atención a tres factores que dan lustre a su persona y a toda la Orden capuchina: la oración, la austeridad y la actividad apostólica. Hombre de oración Absorto continuamente en Dios, Benito vivía inmerso en el si– lencio. Se había acostumbrado tanto a estar callado que cuando te– nía que hablar parecía a veces inexperto y poco versado. Sus lugares habituales eran la iglesia y la celda. El tiempo era principalmente para el Señor y las actividades espirituales; no conocía el ocio. Su jornada comenzaba con una o dos horas de oración en la iglesia antes del rezo comunitario de maitines. Terminado el oficio divino, volvía media hora a su celda para un breve reposo. Luego volvía de nuevo a la iglesia donde, siempre de rodillas y con las manos juntas, rezaba el rosario. A continuación, se daba la discipli– na y se consagraba a la oración hasta que rompía el alba. Parecía orar siempre sin cansarse nunca. Todos los días recita– ba el oficio de la Virgen, los siete salmos penitenciales, el oficio del Espíritu Santo y de la santa Cruz y muchos rosarios y padre– nuestros; dedicaba largo tiempo a lecturas espirituales; hacía visitas frecuentes a la cruz, al Santísimo, a la Virgen. La oración avivaba incluso sus fuerzas físicas. Cuentan de él que, debilitado por las fatigas y penitencias, parecía que se revigorizaba cuando estaba en oración. Exigente consigo mismo, jamás se dispensaba de la ora– ción. Si llegaba tarde, daba vuelta al reloj de arena para recuperar el tiempo perdido. En este punto fue también exigente con los

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