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164 «...el Señor me dio hermanos» Su propia índole, la formación familiar y la voz del Espíritu lo orientaban hacia una elección claramente religiosa. Volvió a Fossombrone, donde la familia, aunque originaria de Urbino, había fijado su residencia habitual. La ciudad de Fossombrone será el punto geográfico de referen– cia principal de su vida: aquí madurará su vocación; aquí será un día superior en el convento de capuchinos; en esta tierra -casi su segunda patria- morirá el año 1625. Todavía hoy Fossombrone po– see sus restos mortales y su santuario. Y por los méritos del beato Benito y de otras magníficas figuras capuchinas, la cumbre que se alza sobre el Metauro, al otro lado de la ciudad, se llama hoy «Co– lina de los santos». Y fue fraile capuchino El joven Marcos subía cada vez con más frecuencia la empina– da y tortuosa calle que llevaba al convento de los capuchinos. A veces se tropezaba con el hermano lego que salía a pedir limosna o que regresaba de su tarea. Se le acercaba humilde, le pedía que le dejase llevar las alforjas, y movido por un impulso de humildad, por sugerencia del fraile, se inclinaba hasta la tierra para besar el suelo. Se había propuesto imitar fielmente aquella vida sublime de los religiosos; quería prepararse para ella. Dedicaba muchas horas a la oración; todos los día iba temprano a la catedral para oír devo– tamente la santa misa; a la tarde volvía para vísperas. Cuando supo que los capuchinos se levantaban de noche para recitar maitines, también él adquirió la costumbre de levantarse. Mirando la débil luz que llegaba desde lo alto del convento, permanecía largo tiempo en oración y cumplía los mismos ejercicios de penitencia. El deseo de abrazar aquella vida se volvió cada vez más impe– rioso. Había estado muchas veces en su iglesia; pero nunca se había atrevido a distraer a los frailes. Por fin, cuando la llamada de Dios le dio el suficiente valor, se presentó al padre guardián para mani– festarle su intención de hacerse capuchino. Los capuchinos de Fossombrone y de las Marcas, la familia Passionei y el obispo de la ciudad dijeron unánimemente que no. El padre superior ·le objetó que era una vida demasiado dura para
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