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158 «...el Señor me dio hermanos» proceso estaba ya ultimado, se publicaron los conocidos decretos de Urbano VIII que prohibían la introducción de las causas hasta que pasaran cincuenta años a partir del fallecimiento. También la causa de Lorenzo quedó congelada y, por diversas razones, no fue reemprendida hasta un siglo más tarde. Fue beatificado el 23 de mayo de 1783 por Pío VI. Sucesivamente otros impedimentos, y en particular las repetidas supresiones de entidades religiosas, retra– saron también mucho la canonización, que por fin tuvo lugar el 8 de diciembre de 1881 por obra de León XIII, gran admirador suyo. Pero los contemporáneos de Lorenzo no sólo admiraron su san– tidad sino también su ciencia sagrada. En los procesos de canoniza– ción, numerosísimos testigos elogiaron su profundidad y su riqueza. La destacaron los biógrafos y no faltaron artistas que plasmaron al santo en el momento de escribir sus voluminosas obras bajo la inspiración del cielo. Más tarde, quien por deber de oficio, se acer– caba a sus escritos, quedaba admirado y declaraba que Lorenzo era digno de ser contado entre los doctores de la Iglesia. No se trataba de una exageración, como lo demostró la publicación de su Opera omnia, llevada a cabo entre 1928 y 1956; y como lo demostró sobre todo la proclamación del santo brindisino como Doctor de la Iglesia (19 de marzo de 1959). El documento pontificio, con el que Juan XXIII le confirió el título de Doctor Apostólico, define sus escritos como «verdaderos tesoros de sabiduría» y muestra la admiración de que un hombre, tan consagrado a la predicación y a otras tareas apostólicas, haya podido encontrar tiempo para escribir obras que abarcan toda la gama de la ciencia sagrada. Se trata de quince gruesos volúmenes. Y no encierran todo lo que brotó de su pluma. Algunos escritos han desaparecido sin dejar rastro; de otros quedan acá y allá algu– nos retazos. Las obras del santo pueden dividirse en cuatro clases: 1. Obras de predicación: son las más numerosas. Contienen sermones de cuaresma, de adviento, homilías dominicales; el Santo– ral, con una nutrida serie de panegíricos para las fiestas y el Común de varios santos. El Maria/ con colección riquísima de sermones sobre la Salve, el Magníficat, el A ve María y festividades de la Virgen.

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