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LORENZO DE BRINDIS 157 quejas y conseguir la destitución del virrey antes de que fuera dema– siado tarde. El santo no supo negarse y, provisto de la debida auto– rización, partió de incógnito del puertecillo de Torre del Greco, en una noche de tormenta, eludiendo la estrecha vigilancia del de Osu– na. Durante el viaje logró evitar no pocos peligros y toda una red de trampas que le tendió el virrey; y aunque tuvo que detenerse en Génova algunos meses, a finales de mayo de 1619, pudo alcanzar al soberano en Lisboa, adonde se había dirigido el monarca para asistir a la coronación de su hijo Felipe IV como rey de Portugal. En repetidos encuentros le informó de todo; pero cayó enfermo a mediados de junio, cuando ya los asuntos tomaban un cariz favora– ble. No obstante la asistencia que le prestaron los médicos del rey, consumido por las fatigas y sufrimientos, murió el 22 de julio de 1619, a los sesenta años justos de edad, después de haber recibido, con conmovedora devoción y en presencia de numerosos personajes, los últimos sacramentos. Fue grande la condolencia del rey, de la corte y de cuantos lo habían conocido. Don Pedro de Toledo, que se encontraba entre el séquito del soberano, se apresuró en hacer embalsamar el cadáver y trasladarlo a Villafranca del Bierzo (León), capital de su marque– sado, donde fue sepultado en la iglesia del monasterio de las fran– ciscanas descalzas, fundado por su hija, sor María de la Trinidad. También los objetos de su uso personal fueron saqueados por la gran veneración que le profesaban, especialmente los pañuelos em– papados en lágrimas durante la misa. En particular su corazón fue embalsamado y repartido entre quienes le habían profesado más afec– to. Lo veneraban como santo. Santo y doctor de la Iglesia Muchísimos fueron los milagros y las gracias que se atribuye– ron a Lorenzo durante su vida. Pero no menos numerosos fueron los atribuidos después de la muerte; y si aquéllos le habían valido el apelativo de «padre santo», éstos impulsaron al general de la Or– den, Clemente de Noto, a introducir el proceso de canonización cuatro años después de su muerte. Desgraciadamente, cuando el

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