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LORENZO DE BRINDIS 153 Después de haberse detenido algún tiempo en Verona, se retiró a Bassano, al pie del gigantesco macizo de Grappa, donde se enfras– có enteramente en las cosas de Dios . Pero para conocer mejor su vida en este tiempo feliz y para comprender el secreto de toda su existencia y de su actividad, es oportuno recoger, aunque sea de pasada, alguna de las características fundamentales de su espirituali– dad y su santidad. Ante todo, no hay duda de que san Lorenzo fue un santo ente– ramente franciscano. Crecido desde joven entre los capuchinos, asi– miló íntegramente la espiritualidad cristocéntrica y templó su espíri– tu en el clima de fervor suscitado en el Véneto por los iniciadores de la nueva reforma franciscana. Enamorado de la pobreza como Francisco de Asís, la practicó sin componendas; cuando fue superior, se preocupó de su más es– tricta observancia, aceptando y haciendo aceptar todos los sacrifi– cios y renuncias que comporta. Esto no le impidió mostrarse carita– tivo con sus hermanos. Durante su provincialato en Venecia (1594-1597) le llamaban «el consuelo de todos los religiosos» . Y tam– poco fue óbice para estar siempre alegre. «En todos sus rigores y asperezas -asegura uno de sus compañeros- se manifestaba siem– pre alegre»; «pero era una alegría que arrastraba a la devoción, viendo con qué sencillez, sinceridad y pureza trataba». Con el mismo empeño practicaba la pobreza interior que con– siste en la humildad. Nunca hablaba de sí mismo; había que tirarle de la lengua para que soltase prenda. En cuanto a su ciencia sagra– da, «si no era provocado y más que provocado, no decía ni una palabra que diese a entender que sabía algo». Sufría profundamente al verse aclamado por las gentes, tenido por santo, promovido a los más altos cargos de la Orden. De haber dependido de su volun– tad, habría vivido completamente feliz en la obediencia. Fray Juan de Monteforte, que le asistió en la última etapa de su vida, asegura que, aun siendo definidor general, «se me sometía y quería hacer mi voluntad y no la suya, y lo hacía con tal humildad que causaba asombro». Pero la nota que caracteriza mejor su espiritualidad y su perso– nalidad es su riqueza de sentimiento y su capacidad de amor que parecen no tener límites.
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