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LORENZO DE BRINDIS 151 del catolicismo en el Imperio. En cuanto a la intervención de Loren– zo, confesó el duque de Baviera que «toda Alemania y la cristiandad entera debían agradecer al padre Brindis, porque gracias a él se había formado la Liga católica de la que había derivado tanto provecho». En los tres años siguientes, a requerimiento de Maximiliano y por mandato de Pablo V, san Lorenzo tuvo que permanecer en Mu– nich y desempeñar ante el duque, aun sin ostentar el título oficial, el cargo de representante de la Santa Sede o nuncio papal. Su amis– tad con Maximiliano fue cada vez más íntima y se convirtió en una verdadera paternidad espiritual. No había asunto grande o pequeño, privado o público, religioso o político que el duque no lo tratara confidencialmente con él. El convento de capuchinos se alzaba sobre un baluarte de los muros de la ciudad, y mediante un pasadizo sub– terráneo, comunicaba con el palacio ducal. Por él pasaba Maximi– liano cuando iba a consultar a san Lorenzo o a asistir, cada vez con más frecuencia, junto con su esposa, a la misa que celebraba el santo en un oratorio privado: una misa que duraba horas. La presencia de Lorenzo en Munich, en una época en la que Baviera adquiría cada vez más importancia y se convertía en el eje de la defensa católica en el Imperio, resultó providencial, especial– mente en ciertas cuestiones graves, y proporcionó notables benefi– cios tanto a la Santa Sede como al mismo duque. Maximiliano habría querido tener más tiempo a su amigo a su lado; pero Lorenzo, en la primavera de 1613, regresó a Italia para tomar parte en el capítulo general y, por varias razones, no volvió a cruzar los Alpes. Los países septentrionales por su clima frío e incle– mente no sentaban bien a su ya avanzada edad, aquejada de indispo– siciones cada vez más graves, con frecuentes e implacables ataques de gota que le afectaban a pies y manos, que le hacían gritar de dolor. Nuevos encargos y nuevas cruces En el capítulo general de 1613 fue elegido definidor por tercera vez y enviado a visitar la provincia de Génova. Esta provincia comprendía también la Liguria y el Piemonte, es decir, cobijaba religiosos de índole muy diferente que pertenecían

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