BCCCAP00000000000000000001625
LORENZO DE BRINDIS 147 de cualquier maquinación, y no tenía empacho en denunciar desde el púlpito todo tipo de concesiones y compromisos. A él se debe en gran parte el mérito de que en diciembre de 1607 se publicase el bando imperial contra la ciudad de Donauworth que, desde hacía tiempo, conculcaba los derechos de los católicos. El duque de Baviera fue el encargado de ejecutarlo y procedió con mucha decisión y rapidez. «Todos supieron que no se habría hecho nada de no estar en Praga fray Lorenzo, quien, con gran bochorno de los ministros del emperador, les echó en cara repetidas veces des– de el púlpito el poco celo que tenían de la religión católica». No menos vigorosa fue su intervención en julio del mismo año durante la visita que hizo al emperador el duque de Sajonia Cristián 11. Entre las cuatrocientas personas de su séquito se encontraba el predicador áulico, Policarpo Laiser, uno de los más conocidos teólogos y de los más afamados representantes de la reforma lutera– na. Según las prescripciones entonces en vigor, en Praga y en toda Bohemia, no se admitían más que dos confesiones religiosas: la ca– tólica y la husita. No obstante, Laiser quiso predicar dos veces des– de las ventanas del palacio en que se hospedaba. Las dos prédicas, convenientemente anunciadas de antemano a bombo y platillo, me– tieron ruido porque trataban de la salvación sin necesidad de buenas obras y de la justificación: dos temas particularmente gratos para los luteranos. Se trataba de un descarado desafío a los católicos. «Me sentí abrasado de tanto celo que no supe contenerme», escribe Lorenzo. Contraatacó a su manera con fuerza y vehemencia. «Llevó al púlpito la Biblia en tres lenguas (hebreo, caldeo y griego), y al final del sermón dijo: Quiero que sepáis qué clase de gran hombre es ese charlatán que ha tenido la osadía de predicar contra nuestra religión católica... Coged estos libros ... ; veréis que ni siquiera sabrá leerlo». Y con gesto enérgico los lanzó en medio del auditorio. La impresión fue enorme; el secretario imperial, Juan Barvizio, recogió los volúmenes para llevárselos a Laiser. Pero éste no aceptó el reto y, «más mudo que un pez», se batió en retirada. Más tarde, en Dresde, para remediar el descalabro sufrido, dio a la imprenta los dos sermones, precedidos de un prólogo y seguidos de un epl1ogo, en los que atacaba personalmente al capuchino y a un padre jesuita.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz