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JEREMIAS DE VALAQUIA 131 poco antes de morir, con su pizca de humor: «¡Ahora sí que nos vamos a encontrar con todos nuestros cojos y maltrechos!». Habla de ellos como de los íntimos de casa y contempla la muerte como un ir a encontrarlos para construir con ellos la familia de su cora– zón. Pregustaba el gozo del reencuentro en el cielo, transfigurado de gloria, con aquellos hermanos «cojos y maltrechos» con los cua– les había vivido y sufrido en la tierra. Hacia la glorificación Al día siguiente un gentío indescriptible se abalanzó a la iglesia de S. Efrén Nuevo. En la imposibilidad de contener aquella riada de gente hubo que dar sepultura por la noche, en la intimidad, a los restos del siervo de Dios. El 20 de septiembre del mismo año 1625 se instruyó el proceso para la causa de beatificación. Desfilaron numerosos testigos que aseguraron para la historia documentos de primera mano sobre la vida y virtudes del hermano valaco. Pero solamente en nuestros días hemos tenido el gozo de ver proclamada, el 18 de diciembre de 1959, por el papa Juan XXIII, la heroicidad de las virtudes de nuestro venerable. Signo de los tiempos: esta vez han sido los rumanos quienes han despertado el interés de la Iglesia y de la Orden por su compa– triota; ha sido un ortodoxo, el profesor Gregorio Manoilescu, quien ha encontrado el sepulcro, caído en el olvido después que el conven– to de S. Efrén Nuevo había sido suprimido por el gobierno italiano y transformado en cárcel. Los rumanos, ortodoxos y católicos juntos, han descubierto es– tos últimos decenios el mensaje de fray Jeremías; se han unido en torno a su figura que sintetiza y expresa la tradición cristiana ruma– na y sus aspiraciones. En su historia milenaria, aun siendo tan rica de valores de fe, el hermano valaco es el único que hasta hoy ha escalado el honor de los altares. El Papa Juan XXIII, al darle paso a la glorificación, lo señala– ba como signo de esperanza en la hora de la prueba de aquella noble nación, la única de Oriente que lleva en la lengua y en el nombre la impronta de Roma.
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