BCCCAP00000000000000000001625

118 «...el Señor me dio hermanos» Tuvieron que ser muy duras, cuando las traía a colación como eje– plo de pruebas y sufrimientos, al animar a alguien a sobrellevar las cruces por amor de Dios. Decía que «para llegar hasta donde había llegado y para salvarse, había sufrido lo increíble desde que salió de su tierra. Había hecho de todo: obrero de fábrica, darle a la azada, guardar animales, servir a un médico y a un farmacéuti– co . Todos los oficios menos dos: paje y verdugo». Sufrió el hambre, se encontró solo en una aventura en medio de la tormenta, durmió a la intemperie o guarecido en cualquier montón de paja, muchas veces estuvo en peligro de perder la vida a manos de bandidos o de turcos. Saliendo de su tierra, atravesó los Cárpatos, y bordeando el río Tatros, llegó a Brazov en Moldavia Superior al otro lado de Alba Real, capital de Transilvania, residencia del príncipe Esteban Barthory. Aquí se vio precisado a detenerse casis dos años, aguar– dando ocasión propicia para seguir adelante. La dura experiencia del trayecto le disuadía para aventurarse a seguir solo su camino. Entretanto halló medio de ganarse el pan acarreando a la espalda piedra y ladrillo en los trabaj(?s de refuerzo de las murallas de la ciudad, empresa que entonces se encontraba en pleno curso por la urgencia de defensa de los ataques de los turcos. La providencia vino en su ayuda para allanarle el camino. El príncipe Esteban Barthory, gravemente enfermo, había traído de Bari al célebre médico Pedro Lo Iacono. Cumplida su misión con resul– tado positivo, éste se disponía a regresar a Bari y andaba buscando un criado que lo acompañara en el viaje. Le indicaron a nuestro Jon, que a toda costa quería llegar a Italia. Muy gustoso lo tomó a su serv1c10. De Alba Real, pasando por Belgrado, llegó a Ragusa en Dal– macia; cerca de 2.000 kilómetros de recorrido por caminos impracti– cables. Necesitaron tres meses de viaje. Jon los hizo siguiendo a pie al médico, que montaba a caballo. Dificilmente podemos imagi– nar lo poco que le importaba al señor aquel comportamiento. Llegaron a Ragusa como Dios quiso, y allí se embarcaron en una nave mercante rumbo a Bari. El médico despidió a Jon que pasó como empleado a la farmacia de César Del Core. Parece que nuestro joven valaco podía quedarse ya contento. Al

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz