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110 «...el Señor me dio hermanos» Su caridad no conocía límites: entraba en las cárceles, visitaba y ayudaba de todas las maneras a los detenidos, asistía a los conde– nados a muerte y, en tiempo de epidemias, no vacilaba en cargarse a la espalda los cadáveres para llevarlos a la sepultura. Se prodigó además, sin ahorrarse molestias y exponiendo inclu– so la vida, en pacificar familias y partes en discordia. Viajando un día de Leonessa a Montereale, se encontró con dos pandillas de bandidos que se peleaban a mano armada. Con increíble audacia se lanzó en medio de la refriega y, con el crucifijo alzado, rogó y conjuró tanto que desistieron en la lucha, se pusieron de acuerdo y prometieron cambiar de vida. Dos aldeas de la vía Salaria, Borbona y Posta, hacía tiempo que estaban enfrentadas por cuestiones de límites, y nadie había con– seguido nunca ponerlas de acuerdo. El padre José se dirigió a predi– car en ambos lugares y tuvo la alegría de hacer firmar una paz duradera. El sobrino, padre Francisco de Leonessa, testificó en los proce– sos: «Donde sabía de riñas y odios, andaba inmediatamente con la esperanza que abrigaba de reducirlos a paz; no atendía a tiem– pos, ni a nieve ni a sitios impracticables, pues para hacer esto, más de una vez se le rompieron las uñas de los pies, como le ocurrió en Leonessa, en Montereale y en Amatrice». Al encuentro del Señor Sacaba inspiración y fuerza para estas obras múltiples de caridad del sacramento del amor. Según una característica de los predicado– res capuchinos, organizaba las Cuarentas horas llevando la devoción a la eucaristía a reflejarse en desaparecer enemistades, promover alian– zas, fundar Montes alimentarios y abrir hospicios para los pobres. Su fe era operante, vivida en una intimidad continua con el Señor presente en el tabernáculo. Un día un religioso le preguntó: ¿Padre, por que vas tantas veces a la iglesia? A lo que le contestó: «Voy a nuestro jefe para ver lo que hace y por si necesita algo, rogándole al mismo tiempo por mí y por los demás. Pues si los cortesanos de los príncipes están día y noche a sus puertas dis-
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