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108 «... el Señor me dio hermanos» En sus confrontaciones con los ricos, cerrados en su egoísmo, se hacía eco de las invectivas bíblicas y de las afirmaciones más valientes de los Padres de la Iglesia: «Hay que tener por ladrón al que pone a buen recaudo las cosas superfluas. ¡Cuántos hay en– tre vosotros que tienen sus casas llenas de vestidos y prefieren dejar– los pudrir antes que darlos a los pobres! ¡Ah, que sois sisadores y ladrones!». Con términos que tomaba de los profetas y de los salmos, apos– trofaba así a los jueces injustos: ¡«Ay de vosotros, jueces, si os dejáis corromper por el dinero y pronunciáis sentencias venales! ¡Ay de vosotros si exigís sobre todo a los pobres, una compensación mayor que la que os es debida! ¡Ay de vosotros si, por favorecer a un rico que os compra, pronunciáis sentencias en daño del pobre, que tiene la razón y no puede hacerla valer sólo porque no tiene dinero que daros!». Ya no se limitaba a las solas denuncias verbales; ante las injus– ticias sociales procuraba remedio promoviendo, en la línea de los grandes predicadores franciscanos del siglo XV, obras que ayudarán a los pobres, como Montes de Piedad o graneros. La situación, exasperada por los acaparadores de toda ralea, le era conocida por experiencia directa, como se deduce de este vi– vaz comentario al pasaje evangélico «Los zorros tienen sus guaridas y los pájaros del aire su nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reposar la cabeza». Aplicando el texto inspirado a la vida real se preguntaba: «¿En nuestra sociedad, quién y qué cosa es re– presentada por estos zorros? Los zorros -explicaba- son las astu– cias que usas para atar ora a este pobrecillo ora a aquel otro, po– niéndole trampa, haciéndole subscribir un contrato o escritura a la fuerza, ocultando el grano y el vino y el aceite, esperando que valga más, dando a los pobrecitos un grano malo y reclamando el bueno, dando el que vale diez reclamando en la recolección aquel que vale veinte, vendiendo el malo por y como bueno.. . ». Entresacamos de las declaraciones en los procesos: «Donde pre– dicaba tenía la costumbre de pasar mendigando grano para erigir Montes de Piedad para los pobres ... Y aunque consiguiese poco... , sencillamente con aquel poco iniciaba el Monte... y con tan débiles comienzos surgieron Montes ricos que proveían a todas las insu-
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