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EL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ EN ZARAGOZA de este gran Padre el destino, viene a ser un desatino el decir más ilustrado, porque, a su luz ofuscado, pierde el filósofo el tino. ¿Cómo podrá discurrir con mediano fundamento el que pone por cimiento de la realidad huir ? ¿Cómo ha de poder decir cosa alguna con razón la depravada pasión que a aqueste Padre persigue y perdidos pasos sigue, si huye de la religión ? Siempre Fray Diego será de todo el mundo alabado, de las gentes deseado, y siempre fiel se hallará. Nada le perturbará en su santa devoción, aunque la cruel tentación con todo esfuerzo se oponga, aunque Lucifer se ponga y aunque la persecución. Aunque algunos imprudentes mil improperios le tiren, aunque sus discursos giren a motejarle impacientes, jamás habrá inconvenientes a que tal virtud no ataje: no habrá en el mundo paraje que no le desee oír, aunque el diablo en deslucir al Padre Diego trabaje. ¿Acaso tanto podrá la envidia cruel conseguir que a las gentes disentir de su buen concepto hará ? Nunca lo conseguirá aun del hombre más salvaje; que, aunque la ambición desgaje improperios a su gloria, en más honrosa victoria al fin parará el ultraje. La enemistad declarada que le hace el mismo Luzbel, ella le labra el laurel y la corona ensalzada; ella misma con su espada se atraviesa el corazón y, si en alguna ocasión contra él intrépida se halla, vendrá a parar la batalla en darle más opinión. XIII. Ultimamente Valencia en este tiempo ha escuchado del misionero afamado la persuasiva elocuencia. De su virtud y su ciencia ya no se podrá dudar, pues, para justificar que uno y otro desempeña, viendo que obra lo que enseña, no hay otra prueba que dar. Todo pueblo deseoso está de oír su doctrina y apasionado se inclina a oír este religioso. Va corriendo presuroso, comunicando su ciencia con admirable elocuencia a todo el que lo ha escuchado, beneficio que ha logrado últimamente Valencia. Valencia ha logrado ahora el recibir del Señor este santo embajador que las costumbres mejora; Valencia que en esta hora ya siente el haber pecado, efecto que lo han causado los documentos de fe del Padre Fray Diego que en este tiempo ha escuchado. Valencia es quien ahora tiene este precioso tesoro, digno del mayor decoro, pues la santidad previene. Valencia feliz que obtiene en su centro afortunado el celo más extremado, el amor más expresivo y el corazón compasivo del misionero afamado. 93

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