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EL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ EN ZARAGOZA que con humilde paciencia acredita siempre en él que será encontrado fiel, pues vive sin resistencia. ¿Qué mucho es, pues, que la gente de alabarle nunca acabe, si ciertamente se sabe que es un santo penitente ? ¿Qué prueba más evidente (sin ser que yo lo exagero) que ver a este misionero impelido de humildad vivir por su voluntad sujeto a su compafíero ? IV. Lo que la opinión le aclama es justa y debidamente y, por mucho que se cuente, se queda corta la fama. Todo corazón se inflama, todos sienten conmoción y a oírle con afición corren el pobre y el rico, la mujer, el viejo, el chico y todos sin distinción. En efecto, me parece que al paso que su opinión se aumenta y predicación, su santidad también crece. Todo el mundo desfallece al ver la encendida llama del amor con que en Dios ama a todos como a sí mismo, a lo que es lauro cortísimo lo que la opinión le aclama. El séquito que se lleva, el obsequio que se le hace, que de sano afecto nace, todo la razón lo aprueba. Sólo algún necio reprueba esta recta y justamente que no sabe negligente que en estos santos afectos el juzgar por los efectos es justa y debidamente. El hablar de los efectos que ha hecho su predicación, será para otra ocasión, porque ahora hay otros objetos. Decir los lances secretos remediados totalmente no puede ser al presente, aunque se mate la pluma, por mucho que se presuma y por mucho que se cuente. Aunque la fama publique que muchísimos obstinados, al ser por él exhortados, dieron al vicio de pique; aunque por santo despique que justo celo le aclama, diga que toda madama ha tenido algún influjo de dejar al punto el lujo, se queda corta la fama. Lo que es verdad innegable que aquel que una vez le oía quedaba para otro día con apetito insaciable. Tal atractivo admirable es con el que este héroe llama a todo aquel que por cama tiene el lecho del pecado, que, en habiéndole escuchado, todo corazón se inflama. En la Sagrada Escritura su persuadir va fundado y todo texto intrincado le explica con gran dulzura. La verdad sencilla y pura propone con discreción conciliando la atención tan devota a los oyentes que cuantos se hallan presentes todos sienten conmoción. Cuando al púlpito subía, alrededor impacientes de devotos y dolientes una gran nube tenía. Todo el mundo le seguía, aun fuera de la misión, Uevado de devoción y de afecto extraordinario, a bendecir el rosario y a oírle con afición. Tanta multitud de gente 83

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