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80 ANSELMO DE LEGARDA En efecto, pecadores, demos de mano al pecado, como Dios nos ha mandado por varios predicadores. Sean las obras mejores: advirtamos que misiones y auxilios tan a montones como ahora hemos tenido, no vienen como llovido: Dios envía en ocasiones. Arreglemos un estilo que reparta bien el tiempo antes que algún contratiempo corte a nuestra vida el hilo. Es este siglo un pabilo y un soplo su duración; y, pues Dios a la sazón nos llama con voz piadosa, no dejemos infructuosa su amorosa corrección. Siempre nuestro Dios amado ha querido nuestro bien; en esta ocasión también claro lo ha manifestado. Como otras veces ha enviado por su santa dirección para la reformación a predicadores santos, como a Garcés y otros cuantos, así, pues, en la ocasión. Que Dios infinitamente nos ama es verdad de fe: ved ahí la causa por que nos busca tan diligente. Tanto la perdición siente, según entender de El suelo, del pecador, que su anhelo no quiere, no, su caída: sólo que mude de vida quiere su amante desvelo. Conforme a esta gran piedad de nuestro Dios y Señor, envía un embajador que alegre la cristiandad. No habrá pueblo ni ciudad que no registre su vuelo, pues al ver el desconsuelo y conducta relajada, envía aquesta embajada para darnos el consuelo. Alégrese toda España de participar tal luz que, cifrada en una cruz, vence al demonio su saña. Pero, aunque ya su cizaña y suma maledicencia se empeñe en borrar la ciencia de que nace la salud, siempre dará el andalud fruto de buena conciencia. No hay persona que haya oído de este Padre la misión que al punto en su corazón no haya sido conmovido. ¡A cuántos se les ha oído de relajada conciencia decir con santa impaciencia, detestando el mal camino: Vamos a que el capuchino nos predique penitencia! ¡A cuántos que ya obstinados en su mismo precipicio y en la práctica del vicio se hallaban ya sepultados; de la verdad separados y olvidados ya del cielo, procuraban con desvelo sólo su eterna caída, los ha traído a mejor vida del Padre Cádiz el celo ! II. Cual torrente desatado va corriendo toda España y contra el vicio en campaña hace el desierto poblado. Adusto el rostro y tostado de la inclemencia y camino, este santo peregrino, para nuestra compunción, muestra en su santa misión ser un enviado divino. Una ciencia no vulgar, una oratoria elocuente y un celo tan diligente cual no se puede explicar; una virtud singular,

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