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EL BEATO DIEGO JOSE DE CÁDIZ EN ZARAGOZA 73 Andalucía, varón verdaderamente virtuoso, cuya fama había llegado a esta ciudad de los muchos frutos de su santa [135v] misión en toda España, en donde es tenido por el hombre más virtuoso y ejemplar. Y, en efecto, se verificó en este día que llegó a su convento de capuchinos, extramuros de esta ciudad, desde donde se transfirió al palacio de su Ilma. el día 16 al mediodía, en el que había determinado empezar su santa misión en la santa iglesia metropolitana de Nuestra Señora del Pilar, adelan– tándose el coro media hora, para empezar a las tres. El concurso fue de lo no visto. Acudió S.S. Ilma. en su sitial, en el altar mayor; y para las señoras de título se destinó la capilla de San Antonio. Y a las tres dadas empezó la misión de este varón apostólico, no pudiéndose declarar de ningún modo [136r] su mérito, santidad y celo santo, haciendo a la memoria en aquel instante a los Padres Garceses, Arbioles y otros insignes varones apostólicos. Pero a los cinco cuartos de hora que predicaba parándose un poco, dijo: « Señores, Dios nuestro Señor en este instante me ha enviado un accidentillo ». Mas, con todo, prosiguió, pero con tan poca voz que apenas se le oía, disminuyéndosele poco a poco. Y concluyendo breve– mente con el acto de contrición, volvió a decir: « Ni-veo-las-lu-ces-ni-el– santo-cris-to ». Y se dejó caer sobre el borde del púlpito. La conmoción fue muy grande y el alboroto, en un concurso tan fuerte. Inmediatamente subieron al púlpito canónigos, religiosos [136v] y médicos, y le encontraron yerto, abrazado con el santo cristo; no sabiendo qué sería hasta que llegó S.S. Ilma., que dijo era todo debilidad, pues no había tomado en todo el día más que una taza de agua caliente con especias. Con lo que, dándole algunos espíritus, se reforzó, y le llevaron los señores canónigos a la sacristía de Nuestra Señora, donde estuvo algún rato. Y después salió por la puerta del río, a palacio. Fue muy grande el bullicio, la gritería y ansia de todas las gentes por verle, que casi no le dejaban andar. Este principio tuvo en esta ciudad el tan nombrado y famoso P. Cádiz, cuya fama había llegado muy antes que su espíritu, siendo así que desde muy pequeño tenía ofrecido venir a visitar a Nuestra Señora, como lo dijo en [137r] esta misma tarde. Día 17. - Predicó por la mañana en la iglesia parroquial de San Felipe, donde fue muy numeroso el concurso, pidiendo al Espíritu Santo la gracia y fruto de esta santa misión, y a la tarde empezó en el Pilar a la misma hora y con el mismo concurso, siendo preciso fuera con granaderos para que no le impidiesen el paso. Empezó su plática dando gracias al auditorio de lo mucho que habían sentido su indisposición, como en igual lance lo hizo San Pablo predicando a los Romanos; y prosiguió su sermón hasta las cinco, con Espíritu Santo, celo apostólico, estilo claro, alto y sublime, pronunciación suave y andaluza, de suerte que encanta [137v] al mismo tiempo que convierte, teniendo tal persua– sión, sin matarse, que es capaz de convertir al pecador más obstinado. Los auditorios son los más numerosos que se han visto. Al magníficat de vísperas no se va sino por detrás de la Columna y por el rejado, de lo que no hay memoria de caso igual en la iglesia. Al fin de su misión

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