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HISTORIA GRÁFICA DEL FRANCISCANISMO 397 Música y liturgia La miniatura franciscana se nos presenta a medio camino entre la pintura y la liturgia, a cuyos libros se destinaba en buena medida, como hemos visto. Es el tema presente otro de los hitos más relevantes puestos en claro por las exposiciones de este centenario. A su trasluz se advierte no sólo la importancia interna de la liturgia en la vida de la orden, sino la influencia extensa y duradera de sus aportaciones a la oración pública de la Iglesia - dos hechos insospechados para muchos -. En la Regla para los eremitorios - escribe F. Costa - « el fundador traza un horario de vida conventual que gira enteramente sobre la liturgia de las horas. La jornada del franciscano, del alba al ocaso, está medida por las celebra– ciones, en el momento debido, de maitines y laudes y de las horas de prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas». El libro litúrgico para esas celebraciones era el « breviario coral », de dimensiones más bien grandes, con notación musical y tipos de letra que permitían la lectura a distancia a grupos compuestos al menos de tres o cuatro personas. El predicador itinerante usaba una versión portátil, o breviario manual, de formato reducido y, ordinariamente, sin notación musical: solía llevarse suspendido al cuello por una cadena. Para la liturgia eucarística se disponía del misal franciscano ss. Es sobradamente conocida la devoción de san Francisco a ambos aspectos del culto, no menos que su sentimiento músico, vocal e instru– mental. En esa disposición personal se hallaba in nuce el impulso que revolucionaría ciertos usos eclesiásticos al respecto. Poco extraño, pues, que recomendara con tesón a sus hermanos cantar siempre el oficio divino y les concediera, entre las contadas cosas que podrían tener, « breviarios ». Tampoco se ignora su innovación en ese campo, al imponer a los suyos el oficio romano con el salterio galicano. Pero sería la propia experiencia en la materia lo que obligaría a sus seguidores, al poco tiempo, a introducir « modificaciones sustanciales » en la liturgia romana, que no tendría difi– cultad en acogerlas, franciscanizándose, y extenderlas por todas partes. Corresponsables del acontecimiento serían el papa Inocencio IV y el mi– nistro general Haimón de Faversham. Entre las piezas propias de la liturgia franciscana, deben enumerarse los oficios rítmicos, misas, secuen– cias, himnos, tropos y laudes; destacan, entre los primeros, los de san Francisco y san Antonio, compuestos por Julián de Espira, maestro de canto en la corte francesa antes que fraile, y el de santa Clara. Ni debe minusva– lorarse la aportación de los Menores a la formación del canto polifónico, aunque esta materia esté aún poco menos que sin explorar, máxime en dedica una alusión elemental, según su estilo, a las incisiones de Flores seraphicae, de Carlos de Arenberg, y de otras obras de capuchinos aparecidas en la época contrarreformista (Notizie storico-artistiche sull'editoria religiosa dal sec. XVI in poi). 88 F. Costa, La liturgia francescana, en Cat. II, 298-303; cf. ib. 116, algunas fichas analíticas.

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