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392 GERMÁN ZAMORA La pintura de la Contrarreforma se abre paso con Jerónimo Muziano, pintor hoy en alza, que devolvió a Cristo en misión redentora el protago– nismo de la imagen religiosa. Si Muziano la orienta en un sentido cristoló– gico y taumatúrgico, su otro mejor propulsor, Federico Barocci, la carga de contenido místico y visionario. El viraje operado, que suponía superar un miguelangelismo sin futuro, y asimilar el Rafael de la Transfiguración, halló el clima propicio para su despegue en el pontificado del conventual Sixto V; a su éxito cooperaron otros pintores notables, como César Nebbia, los Carracci, Correggio, etc. El encargo de algunas de las pinturas más significativas para el cambio de mentalidad partió de iglesias franciscanas, como la de San Pietro in Montorio y Santa Maria della Consolazione, ambas en Roma. Las vicisitudes de la imagen de Francisco fueron varias en esa época. En la primera mitad del siglo XVI apareció raramente en figuraciones autónomas basadas en episodios de su vida, prefiriéndose el contexto doctrinal; en las primeras décadas de la Contrarreforma, Cristo, presencia única o dominante, dejó poco espacio a los santos; pero luego fue la figura de Francisco una de las primeras en cualificarse para participar, en pie o de rodillas, en la representación de los misterios principales de la vida de Jesús. Su repertorio iconográfico atiende por igual a los temas del retiro, la meditación, el éxtasis y la « sacra conver– sación». La caridad y, sobre todo después de Caravaggio, la fe son las virtudes que con mayor frecuencia aureolan a Francisco. En área caravag– giesca serán motivos favoritos, además del éxtasis y la meditación, el consuelo angélico y la adoración. EJ primado lo siguen reteniendo, sin embargo, los estigmas. Por lo demás, Francisco no fue una figura forastera en ambientes contrarreformistas no minoríticos, como lo prueba su pre– sencia en tantas iglesias de los jesuitas 76 • Además de en Roma, la pintura contrarreformista de asunto franciscano floreció, obviamente, en muchas otras ciudades y regiones de Italia, sin– gularmente en Toscana, las Marcas y Umbría, atrayendo a una pléyade de artistas brillantes, entre ellos, Jorge Vasari, Santi di Tito, Alejandro Allori, Ludovico Cigoli, Gregorio Pagani, Andrés Boscoli, Jacobo Ligozzi, Jacobo di Empoli, Francisco Vanni, Dono Doni y, sobre todos, F. Barocci. Focos individuales de particular actividad creadora fueron las basílicas de Loreto, Santa María de los Angeles y San Francisco (Asís). En estos dos últimos, como en otros mucho casos y a diferencia de las congregaciones jóvenes de la época, los franciscanos decoraban edificios antiguos en vez de erigir– los de nueva planta. Un número elevado de obras de los pintores citados fueron comisionadas para iglesias capuchinas 77 • numerosas fichas analíticas (pp. 73-82). No remedia la escasa contribución de estudios sobre el Renacimiento y san Francisco el muy fragmentario de Michelangelo Muraro, Lo Squarzione a S. Francesco, en Padua, en Cat. VII, 57-60, o la ficha analítica de Claudia Bellinati sobre dos tablas de Squarzione conservadas en el Museo Diocesano de la misma ciudad (ib. 41-43). 76 Claudia Strinati, Riforma della pittura e riforma religiosa, en Cat. VI, 35-56. 77 S. Prosperi Valenti Rodino, Francescanesimo e pittura riformata in Italia Centrale, en Cat. VI, 63-72, más las pp. 73-158 de fichas e ilustraciones. Sobre la apropiación del temario franciscano por la estampa manierista y barroca y los aspectos de propaganda, intereses económicos y otros matices concomitantes, aunque no tan manifiestos a primera

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