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386 GERMÁN ZAMORA « crucifijos » perdieron pronto el relativo hieratismo del de San Damián, por lo demás tan expresivo y dialogante en su mirada. A fines del siglo XIII aparece la representación del Crucificado no sólo volviendo la cabeza hacia Francisco arrodillado a sus pies, sino tendiéndole el brazo derecho en gesto de amor. Otro tipo, más propicio aún a excitar la compasión, es el de Cristo clavado a la cruz sólo de pies y esbozando con las manos aquel mismo gesto. La espiritualidad de san Bernardo puede que aflore no sólo en esas representaciones, sino en la no menos franciscana del « Var,ón de dolores». El bloque hagiog~áfico debe subdividirse en la parte que tiene por objeto al propio san Francisco y aquella en la que se esculpen los santos más populares de la orden. A diferencia de lo sucedido en la pintura, las representaciones plásticas del Santo de Asís amanecen tarde. Cabe mencionar las esculturas de Nino Pisano en el Camposanto de Pisa, del hospital de san Lorenzo de Vicenza (1344), del altar de San Francesco, en Bolonia (1388), de Donatello en Padua y las numerosas salidas de los talleres robbianos. Se trata de plásticas que se distinguen unas por el idealismo de la figura (Pisano), otras por su ascetismo (Della Robbia) y otras por su naturalismo (Donatello). La escultura del Santo escasea más al norte de los Alpes y, entre la existente, abunda el motivo de los estigmas sobre los de las «leyendas». La iconografía escultórica de los santos franciscanos, más infrecuente que la del fundador, los representa con sus atributos clásicos: a san Antonio con un libro, una llama, un cora2lón encendido o un lirio, siendo admirables las obras antonianas de Donatello en Padua; san Bernardino de Sena aparece una veces con un libro, otras con el monograma del nombre de Jesús, también con tres mitras a sus pies, y su rostro es siempre el estereotipado de un asceta; san Luis de Tolosa, que fue, de todos estos santos, el más tempranamente representado, tuvo, como san Antonio, un artista excepcional en Donatello; san Buenaventura, menos popular, ostenta en sus figuraciones los distintivos de obispo y cardenal. La personalidad más tratada por la escultura, al menos durante el gótico germánico tardío, fue la de santa Isabel de Hungría: poco posteriores a su muerte son los relieves del relicario de Marburgo (ca. 123649); su caridad con los enfermos y los pobres y el contraste entre los harapos de éstos y su vestimenta principesca se cuentan entre las variantes más sentidas por los artistas 62 • Un caso particular en la historia de la escultura franciscana es el de los tabernáculos gigantes esculpidos en madera con incrustaciones de marfil y madreperla, y divididos en varios pisos con nichos que alojan estatuillas de la Virgen y santos franciscanos. En su mayoría fueron obra 62 Lothar Schultes, Franziskanische Plastik, en Cat. IV, 666-673, con las fichas analíticas subsiguientes, entre las que se singularizan: una ilustración de santa Isabel con un mendigo, del primer cuarto del siglo XV (catedral de Maguncia); una « Maria lactans », franco-flamenca (Amberes, museo Mayer van den Bergl!); « María de rodillas» (Colonia, hacia 1425, hoy en el Suermont-Museum, de Aquisgrán); el « Varón de dolores» (Austria, hacia 1380-85, en Eferding, Palacio, col. Prof. Steinbichler) y un « Christus im Elend » (Austria o Bohemia, ca. 1510-20, actualmente en la iglesia parroquial de Pernegg).

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