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elementos, combinados e integrados, configurarán las futuras hermandades. En este momento, nos corresponde recordar los elementos franciscanos. a. La conversión y el Evangelio ¡Convertirse! He ahí la clave. El nudo ardiente de la cuestión. Pero conversión no significa que de una vida mundana se "convierta" a una vida piadosa. Con– versión es un proceso incesante e interminable de divinización, de "cristianización". Nunca se lle– ga a la meta. Siempre se está en camino. La vida entera es, pues, conversión. Es un eterno e incesante "comenzar de nuevo". Ninguna expresión más elocuente que las pala– bras de san Francisco, un poco antes de morir: "Hermanos, comencemos de nuevo, porque hasta ahora, poco o nada hemos hecho". Conversión es el proceso de despojamiento de sí mismo o lucha contra el egoísmo, para que Dios se haga progresivamente presente en nuestra vida. El apóstol Pablo, cuando habla de "reves– tirse de Cristo", "desmoronamiento del hombre viejo" y "sustitución por el hombre nuevo". . . ca– si siempre agrega "cada día". Es una expresión que Pablo la repite muchas veces, con lo que quie– re señalar que la conversión no es meta sino ca– mino que nunca termina. Solamente con la muer– te termina el tiempo o la oportunidad de conver– sión. Una prueba violenta Sin embargo, soy partidario de que nuestros futuros hermanos sean sometidos a una violenta prueba de conversión. Me explico. En nuestra legislación, el candidato tenía que pasar por el noviciado. Fuera de que eso de "no– viciado" tiene olor a monje y es increíble que a nuestros laicos se los trate como a monjes; fuera de eso, digo, se trata de una prueba más jurídica que real. Yo preguntaría a nuestros terciarios cuántas conferencias, retiros y, sobre todo, "prue– bas", recibieron en -el período de noviciado ... Pa– ra que se vea de qué manera y hasta qué punto se esconde el vacío detrás de ciertas estructuras. Se suponía que el hermano, después de haber pasado el año de noviciado y ser admitido a la profesión, se hallaba poco menos que en estado de perfección adquirida. Una vez más, véase de qué manera la estructura y el juridicismo escon– den inautenticidades, por decir lo menos ... Ade– más, en nuestras constituciones de hermanos me– nores, el "modo" del noviciado ha sido puesto en ARTICULOS tela de juicio y se aconseja hacer nuevas expe– riencias. Estando así las cosas, sería algo increí– ble que nuestros legisladores de las futuras cons– tituciones de la TOF se obstinaran por conservar el nombre y el modo de noviciado, tal como hasta ahora. ¿Clué hacer? Yo pienso que a los candidatos se les tendría que someter a una prueba rápida y vehemente. No sé exactamente en qué consistiría. Podría ser algo así como Cursillos de Cristiandad. Tendre– mos que "inventar" una semana especial de con– vers:ión. Tendría que tener un carácter pentecos– tal. Algo rápido y fulgurante. Y aquel que no sea capaz de resistir esta prue– ba, sencillamente "no valdría" y no sería admiti– do. En esta prueba de fuego se acrisolarían las capacidades del candidato, sus valores y antiva– lores, su riqueza o pobreza innatas, su potencia mística ... El nuevo "noviciado" está por inventarse. Y es– to, a su vez, es un desafío a nosotros, los Her– manos Menores. ¿Tenemos audacia, claridad y am– plitud de horizontes para "organizar" un nuevo planteamiento de conversión, un "noviciado" mo– derno? De todas formas, aun después de esta fulgu– rante conversión, hay que suponer que el hermano admitido ya en la hermandad "sigue" hasta su muerte en el proceso incesante de conversión. El Evangelio Se trata de una conversión evangélica. Cuando el Concilio habla de retorno al Evangelio, de se– guimiento de Cristo, de penitencia evangélica ... quiere decir simplemente que la conversión con– siste en asimilar el estilo del Evangelio, vale de– cir, el estilo de Jesús. La novedad de Francisco consistió precisamen– te en devolver al Evangelio su novedad y frescura imperecedera. Francisco, en cierta manera, redes– cubrió el Evangelio. Aunque suene a disparate, con Francisco el Evangelio volvió a vivir. "Vivir el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo" fue el ideal que dejó para todos sus seguidores. Solo y todo el Evangelio. Y por este ideal fueron sus enfrentamientos. Pero en estos tiempos postconciliares, el Evan– gelio está de moda. Y esto es peligroso. Para to– do, y para las causas más contradictorias (por ejemplo, los que quieren la renovación y los que no 1-a quieren), se esgrime la autoridad del Evan– gelio. Tenemos el peligro de despojar de todo su contenido, de un contenido exigente y áspero, al 37
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