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ARTICULO$ cia y sabiduría, de la conciencia moral y la liber– tad. Y lo curioso es que ¡por primera vez! apare– ce magnífico, incluso en aspectos ambivalentes, como el ateísmo y la fe. Y esto nos lleva directa– mente a una de las vertientes más fascinadoras del franciscanismo; uno de los aspectos de san Francisco que no dudo en calificarlo de especta– cular y revolucionario: su actitud con los herejes e infieles, su ecumenismo. San Francisco, habiendo vivido en tiempos en que la única obsesión de la Iglesia era "extirpar" herejías, porque toda la cristiandad estaba infes– tada de dichas herejías, en los mismos días en que Domingo de Guzmán organizaba un ejército de predicadores que con sus argumentos teológi– cos o sus tribunales de Inquisición arrasaran con esos grupos ... en esos mismos días, es increíble que Francisco no organizara ninguna cruzada ni predicara ni un sermón ni una palabra contra ellos. Porque sabía que el hombre es fundamentalmente bueno y porque la verdad "puede" más que el error, porque el Bien es superior al Mal, ya que el Bien es la suprema categoría del universo porque Dios es "Sumo Bien". ¡El ecumenismo de san Francisco! ... No es una frase "cliché", o una piadosa exageración de unos hijos que todo lo encuentran bueno en su padre. Es uno de los 'hechos históricos, a mi modo de ver, no explotados, ni siquiera comentados. Recuérdese su visita al campamento de Malek El Kamel, no para blasfemar ,contra Mahoma, si– no para proclamar la salvación de Jesucristo. Recuérdense los consejos que daba a los frailes que iban entre los sarracenos, en la primera re– gla ... Gran momento éste para que las futuras her– mandades retomen las banderas ecuménicas. Creo que nosotros debemos completar estos capítulos de humanismo de Gaudium et Spes con el Decreto Sobre el Ecumenismo y también con la Declara– ción Sobre la Libertad religiosa. Y de esta mane– ra, qué horizonte de ilimitadas posibilidades se abre para las futuras hermandades para el servi– cio del hombre. Nosotros, los franciscanos, tene– mos una riquísima herencia humanista y ecumé– nica y una teología del optimismo. Retomémoslas y salgamos al encuentro del hombre. En el capítulo segundo del documento se le ve avanzar al hombre, en una ascensión paulatina y conmovedora, desde el invidualismo que en el hombre es una reminiscencia de la selva, a tra– vés del comunitarismo, hacia el interplanetarismo, hacia la totalidad o plenitud en Cristo soñada por Pablo y reforzada científicamente por Teilhard de Chardin. También este mundo fascinante está lle– no de resonancias franciscanas. Invitaría a nues– tros hermanos a enfrascarse en estos dos capítu. los. 36 El trabajo humano Otro golpe contra el dualismo y contra el vivir resignadamente vencidos en espera de los bie– nes del cielo. Los grupos religiosos de la Iglesia, así como muchas de nuestras hermandades del pasado, consideraban el trabajo humano como un castigo que tenemos que soportar para poder vi– vir; pero no vale la pena de prosperar y subir por– que todo se pasa, todo es vacío en este mundo, sin raíz eterna, todo ha de "perecer". Por eso al– gunas de nuestras hermandades, así como algunos de nuestros conventos, se llenaban de gente mi– nimizada, sin arrestos en ningún orden. El documento trata de tal manera el trabajo que acaba por "canonizarlo". El que trabaja está colaborando con la acción creadora de Dios. Está creando con Dios. Dios dio, al principio, el mun– do al hombre para que éste lo completara y per– feccionara con su trabajo. Además, los cristianos que trabajan iluminan la actividad con la "luz de la revelación". De mo– do que, siendo el trabajo un fenómeno de efec– tos ambival,entes, el sentido cristiano le da una au– reola que, sin ser sagrada, les resta de efectos antievangélicos, como -el egoísmo y la injusticia. Por si todo fuera poco, aquel hombre perfecto que entró en nuestra historia, Jesucristo, partici– pó de nuestra condición trabajando, y además con sus manos. Desde ese momento, toda actividad humana adquiere dignidad y no es servidumbre. Los hermanos miembros de las futuras herman– dades deberán tener un alto aprecio del trabajo y estoy por decir que sobre todo el trabajo ma– nual, el cual, habiendo sido considerado hasta ahora como "servil" (propio de los siervos), y co– mo en nuestras sociedades se viven tantos pre– juicios, necesita ser revestido de dignidad. Nadie tan indicado como nuestros hermanos para tan noble misión. Este tema, en el documento, queda íntimamen– te relacionado con la vida económico-social. Y me parece que tanto para estos problemas derivados del trabajo como para cualquier otro compromiso temporal tenemos que tener muy presente que es– te documento ha sido ampliado y completado con la encíclica Del progreso de los pueblos. 11. ELEMENTOS DEL FRANCISCANISMO A la hora de configurar las futuras hermanda– des, repetimos, tendremos que tener presentes: la nueva doctrina del Concilio, la espiritualidad (eterna) franciscana, los signos de los nuevos tiempos, las condiciones especiales de América Latina y las nuevas Constituciones. Estos cinco

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