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mas, como las diócesis, parroquias ... En cambio, vamos, en este momento, hacia otras formas, co– mo conferencias episcopales, planes pastorales de conjunto, sínodos, presbiterios ... ·en que las instituciones y personas más diversificadas se in– tegran para una tarea común. ¿Y nuestras hermandades? Una manera concre– ta de integrarse sería ofreciéndose a los obispos, preguntándoles de qué necesidades se podrían preocupar, explicándoles de antemano nue_stra peculiar espiritualidad. Y de esta manera, ubicar– se en una tarea precisa dentro de los planes pas– torales. Cualquier otra manera de actuar, individual y aisladamente, desde ahora no tiene sentido y no puede prosperar. Pero para actuar de esta ma– nera es imprescindible que nuestras hermanda– des se compenetren de sentido y fidelidad ecle– sial. Aconsejaría a los hermanos que la lectura y meditación del documento Lumen Gentium fue– ra sincronizada (para los efectos de sentido ecle– sial e integración) con el Decreto Sobre el de– ber pastoral de los obispos en la Iglesia, con el Decreto Sobre el ministerio y vida de los pres– bíteros, y sobre todo con el Decreto Sobre el apostolado de los laicos. De la visión coordina– da de estos documentos conciliares, las futuras hermandades tendrán el cabal sentido eclesial y se integrarán plenamente. Verdaderos ciudadanos de este mundo (Gaudium et Spes) Para muchos, es el documento más importante del Concilio. De todas formas, es, •con seguridad, el documento que recoge las inquietudes y ur– gencias de los nuevos tiempos, a los que trata de responder entregándonos gérmenes o principios de la verdadera renovación. Para mí, tengo la se– guridad de que es el documento más necesario e importante para nuestras hermandades. Aunque el dualismo (separación entre lo sagra– do y lo profano) er-a un mal general, estoy por decir que es un mal de que nuestras hermanda– des adolecían particularmente. Miradas nuestras hermandades grosso modo, parecían grupos tí– picamente de "ghetto", es decir, vivieron en un "espléndido neutralismo", en la paradisíaca isla del no comprometerse con nada y del no correr ningún riesgo; y siempre con la consabida justifi– cación: no nos toquen porque nosotros somos una escuela de perfección. La seguridad (pseudosegu– ridad), la inercia y la esterilidad son las conse– cuencias que siempre acompañan a todos los gru– pos humanos que viven en la feliz isla del aisla– cionismo en el nombre de la perfección cristiana. ARTICULOS Me parece que la mayoría de nuestras herman– dades han vivido el dualismo hasta sus últimas consecuencias. Por eso digo que, en mi opinión, éste será el terreno donde más tendrán que reno– varse nuestras hermandades y en que más ten– drán que diferenciarse las hermandades futuras de las hermandades pasadas. ¿Qué terreno? El com– prometerse hasta las últimas consecuencias en todas las tareas temporales de los hombres de hoy, y de manera particular, de los necesitados, Ser verdaderamente ciudadanos de este mundo. Y todo esto, de manera muy eminente, aquí, en América Latina. Si las futuras hermandades no se comprometen a fondo en estas tareas, no tendrían razón de existir. Humanismo A través de todo el documento (Gaudium et Spes) asoma, de una forma optimista y espléndi– da, el hombre. ¿Acaso no es éste uno de los va– lores fundamentales del franciscanismo, el huma– nismo, el hermano hombre? ¿Nos hemos olvidado ya de los mil detalles de Rivotorto y Porciúncula en que, para Francisco, el hombre era superior, anterior y más importante que la Ley, los ayunos y la propiedad privada? ¿Nos hemos olvidado de lo que pasó con los bandidos de Montecasale? Los hermanos (sucesores de aquel Francisco que en días de ayuno se sentaba y comía con el fraile hambriento, le tomaba de la mano para lle– varlo a la viña del vecino para comer uvas), ¿po– drán ·quedar insensibles ante los hambrientos del siglo XX? ¡El hermano hombre! He ahí una de las realida– des más conmovedoras que palpita en el alma de Francisco, con implicancias ascéticas y pedagógi– cas en la formación de los frailes, el trato exqui– sito con los "hermanos cristianos" (leprosos), y en los últimos meses, enviando al hermano Pací– fico con el laúd a alegrar la existencia a los hom– bres ... el hermano hombre, el portador de la ima– gen de Dios. Nuestras hermandades, ¿podrán cru– zarse de brazos y "dedicarse" con toda felicidad a la perfección, mientras el hermano hombre sigue botado a nuestro lado en el suelo del hambre y de la marginación? Así como en Lumen Gentium Dios acapara to– do el es,cenario, en Gaudium et Spes lo acapara el hombre. Contra las antiguas teorías dualistas de que el hombre está dañado y es malo y hay que desmoronarlo, en este documento aparece el hombre llevando una estrella en la frente, la es– trella del vestigio de Dios. Sí. Sobre todo en el capítulo primero, el hom– bre aparece radiante, llevando en sus profundida– des la imagen de Dios, la antorcha de la inteligen- 35
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