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cer un juego de palabras, lo que para unos es el mañana para otros es el presente. Pero para Dios todo es un eterno presente. Pongámonos, entonces, en el tiempo de Dios, es decir, actue– mos en fidelidad. l. SOBRE LOS FUNDAMENTOS DEL CONCILIO VATICANO 11 Es la primera gran realidad que tenemos que tener presente. Para proyectar una hermandad para el futuro, el primer elemento que tenemos que tener presente es la celebración del Concilio Vaticano 11. El pueblo de Dios, llegado desde los rincones más remotos del mundo y reunido en el nombre de Jesucristo y bajo la sombra directa del Espíritu Santo, ha hecho un largo y detenido aná– lisis sobre la situación general de la Iglesia en su primordial función de servir y salvar al hombre, haciendo una confrontación de los valores eter– nos del Evangelio de que la Iglesia es portadora y custodia con los signos de los nuevos tiempos. Diríamos que ha llegado al diagnóstico y nos ha señalado los remedios. El Concilio es el primer elemento con que te– nemos que contar para trazar líneas hacia ade– lante, para las fraternidades franciscanas. El esquema conciliar no admite lo de "Orden" Me refiero a lo de "Orden" Tercera. Veo que franciscanistas prestigiosos se empeñan en con– servar el nombre, y sobre todo el concepto, de "Orden" para las fraternidades franciscanas lai– cas. Claro que el nombre es lo de menos. Pero a la juventud de nuestros días, sobre todo a los universitarios, eso de Orden les suena a la cosa más rancia y monacal, la cosa más reñida con el concepto moderno de laico, y no quieren saber nada de esas cosas. Quieren tomar en serio la consagración bautismal, p·ero como verdaderos laicos, y cabalmente comprometidos en las tareas temporales. Pero más allá de los gustos y opiniones de las generaciones actuales, cosa ciertamente importan– te, quiero detenerme y decir que, tal como el do– cumento Lumen Gentium concibe y configura el esquema de la Iglesia, no hay lugar para cosas in– termedias, medio religiosos, medio laicos, como se los ha tenido hasta ahora a los terciarios. Una clarificación universal es este documento Lumen Gentium. Todos somos el Pueblo de Dios. Todos tenemos una raíz idéntica, de donde vienen todos los dere– chos y obligaciones: el Bautismo. Todos tenemos ARTICULOS un destino común: la vocación universal a la san– tidad. Todos tenemos una tarea común: la cons– trucción del reino de Dios en este mundo. Hasta aquí, todo es común. Pero cada uno de nosotros, en un estado bien diferenciado, concientizado y clarificado: los unos como Jerarquía, los otros como laicos y los otros como religiosos, sin confusión ni mezcla. Esta rí– gida estructuración está presente en todo momen– to a través de todo el documento. Y a cada uno de los tres estados les asigna el Concilio una es– piritualidad propia y una función peculiar en la construcción del reino de Dios. Unica vocación y única tarea, pero en pluralidad de estados, en los tres estados señalados. Se quiere, pues, una cla– rificación universal. Leyéndolo honrada y detenidamente, el docu– mento no admite estados intermedios. Uno no pue– de concebir la existencia de medios-religiosos, me– dios-laicos. O se es completamente religioso o completamente laico. No caben mezclas o con– fusiones. Y precisamente ésta era la razón de llamar "Orden" a las hermandades: porque se suponía que los terciarios, por una parte eran lai– cos y por otra parte religiosos. Esta situación no cabe en el esquema bien clarificado que presen– ta el Concilio sobre el pueblo de Dios. Entonces, ¿para qué seguir insistiendo? Cual– quiera insistencia en este sentido sería un sín– toma de falta de pobreza de espíritu, y de has– ta qué punto somos capaces de agarrarnos a tra– diciones vencidas y de no querer ver la realidad, ofuscados. - Para renovarse, hay que renunciar a muchas cosas. PRINCIPALES LINEAS CONCILIARES Vamos a destacar aquí las principales ideas– fuerza, tomadas de los documentos conciliares, que no pueden faltar a la hora d!'l diseñar las fu– turas hermandades. Sentido eclesial de la TOF (Lumen Gentium) Una hermandad franciscana, tal como la ima– ginaba las Constituciones y tal como vivían, era, en la mayor parte de los casos, el clásico gru– pito, con carácter y olor a cofradía, completa– mente desvinculada de las fuerzas apostólicas de la parroquia o de las diócesis. En muchos ca– sos, podría tener dinamismo y vitalidad, pero siem– pre se han mantenido desvinculadas orgánicamen– te de otras fuerzas; y aunque en muchos casos desplegaban gran actividad, lo hacían en forma ce– rrada y "mirando hacia adentro" y, más , de una 33

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