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Las hermandades del futuro ENSAYO Fr. Ignacio Larrañaga, ofm cap.* INTRODUCCION A quiénes me dirijo Voy a tratar de verter en estas páginas una cuan– tas consideraciones -se podrían llamar inquietu– des- que las traigo en mí, en estado de madu– ración, desde hace varios años. Me dirijo, en primer lugar, a los terciarios. Pa– ra ellos, ante todo, este puñado de inquietudes. Por eso voy a utilizar las expresiones más senci– llas y accesibles que me sean posibles. En segundo lugar, entrego estas reflexiones a los hermanos asistentes. Ellos son los responsa– bles de la marcha de las hermandades, de su vida y de su muerte, de su vitalidad o de su agonía. También ellos son los encargados, juntamente con todos los hermanos franciscanos del mundo, de dar un rostro nuevo a la Tercera Orden; una tarea de cuya autenticidad y valentía dependerá el futu– ro de la herencia franciscana. ¿Hermandades del futuro? Sí, del futuro. Ustedes dirán, ¿por qué no del presente?; ¿no habla el Concilio de la "adaptación a los tiempos presentes"?: es cierto. Pero el Con– cilio también habla de los "tiempos cambiantes". Como luego veremos, el Concilio contempla los nuevos tiempos, los contempla sometidos a una velocidad acelerada. Quiere decirse que las for– mas históricas cambian y se desplazan rápidamen– te, y cada vez más rápidamente. Entonces, tene– mos que mirar hacia el futuro, sin dejar de vivir, eso sí, lo más fielmente posible, el momento presente, el hoy de Dios. Por todo lo cual pido a los hermanos paciencia para seguir leyendo las siguientes ideas, impor– tantes para entender el contenido de este ensa– yo. Hoy día está naciendo una nueva ciencia que se llama Futurología. Otros la llaman también cien- cia de la Prospectiva. Palabras raras, ¿no? Es una ciencia de última hora. Y se aplica a todos los campos: a la economía, medicina, educación... ¿A la religión también? También. ¿Qué pretende esta nueva ciencia? Quiere sa– ber, quiere vislumbrar o entrever hacia dónde marcha la humanidad. Trata de descubrir, antes que sucedan, las necesidades, fenómenos e In– quietudes de la humanidad futura. ¿Adivinanza? No. Se trata de una ciencia. Esta ciencia, lo pri– mero de todo, analiza y sintetiza los hechos ocu– rridos hasta ahora y los que ocurren en el mo– mento presente. De ese análisis de lo que ha pa– sado y de lo que está pasando, saca las constan• tes o leyes fijas que han regido la historia de los hombres. Y después, quiere proyectar esas mis– mas leyes constantes hacia el futuro. De esta ma– nera nos es posible descubrir, con más o menos precisión, las inquietudes y necesidades que vivi– rán los hombres del mañana. Y de esta manera, en este momento podremos organizarnos con plan– teamientos adecuados para el futuro. Y todo esto, ¿podremos aplicarlo hacia el inte– rior de la Iglesia, vale decir, a la teología, a la pastoral, al apostolado? Como se trata dE~ la his– toria de los 1hombres, una historia con sentido de salvación naturalmente que se puede y se debe aplicar. Hoy día está de actualidad la Teología de la Es– peranza, un algo bastante parecido a los que esta– mos hablando. La Iglesia, ciertamente, es la ciu– dad de la esperanza. Pero esto no quiere decir que el creyente debe proyectarse en el futuro allende la vida, como si fuera un refugio de alie– nación, teniendo los ojos fijos en el cielo, "dopa– dos" y resignados con la esperanza y felicidad de la vida futura, mientras dejamos de hacer muchas cosas aquí abajo, frustrando las esperanzas de los pobres y necesitados. No. Sino, muy al contra– rio, al igual que Jesús, debemos vivir con los pies firmes aquí abajo, satisfaciendo las esperanzas de los necesitados mientras nuestra mirada la man– tenemos levantada hacia horizontes eternos. ° Fr. l. larrañaga, ofm cap., es miembro de CEFEPAL-Chile. Durante muchos años fue Asisten'.e Nacional de la TOF en Chile, 31
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