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seno mismo de la fraternidad -si es vivida au– ténticamente- brotarán todos los proyectos; y se llevarán a efecto sin fatiga. En el seno de la frater– nidad darán cuenta unos a otros de las experien– cias personales, de orden apostólico o de orden temporal, recibirán aliento mutuo o corrección mu– tua sobre la marcha de todas las actividades. . . Véase hasta qué punto el filo del asunto está en vivir la fraternidad. ¿Y el Hermano Menor? Sería "uno de tantos", desde dentro y hacia dentro de la fraternidad. Quiero decir: no tendría carácter de asesor ni de "primero entre iguales" (cuanto menos, carácter paternalista), sino que sintiéndose absolutamen– te igual a los demás, y procediendo en consecuen– cia, compartir, vivir, orar, abrirse, dar y recibir. La fraternidad va a obligar al Hermano Menor a una gran autenticidad, y seguramente más ha de recibir que dar. Y probablemente su vocación de ARTICULO$ Hermano Menor se clarificará y se enriquecerá. Y me pregunto a mí mismo si no sería éste uno de los modos más eficaces de renovarse espiri– tualmente las provincias franciscanas ... Cualquier Hermano Menor podría (teóricamen– te) formar estos grupos. No sería el superior del convento, como se ordena en la legislación. Aunque hablo con convicción, de ninguna ma– nera quiero plantar cátedra. No quisiera dogma– tizar sino proponer, señalar directrices hacia ade– lante, además en forma provisoria, al estilo de un ensayo. Al presentar estas páginas, mi intención ha si– do entablar una conversación con mis hermanos responsabilizados de la conducción de las her– mandades. Ojalá haya conseguido despertar en ellos una sana inquietud. * * * 43

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