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En el caso de la hermandad, también me pa– rece que el número es enemigo de lo sel,ecto. Creo que el número de hermanos tendría que ser muy reducido. No considero necesario seña– lar el límite del número, pero pienso que diez o doce hermanos, de las características que es– tamos describiendo en este ensayo , podría cons– tituir una fuerza verdaderamente transformadora. Autonomía Es conveniente que la hermandad tenga aseso– ramiento y apoyo de parte del fraile menor hasta que pueda caminar por sí sola. Pero una vez que han llegado a la edad adulta en la Fe y en el Amor, y si todo marcha normal– mente, la autonomía tendría que ser, creo, un ele– mento sagrado e intocable en la hermandad. Los hermanos decidirán si la hermandad se reú– ne cada quince días, cada semana o cada día. Ellos decidirán espontáneamente qué día o en qué mi– sa se van a juntar para la celebración eucarísti– ca y la comunión. Autonomía. Mañana vamos a juntarnos en casa de fulano que está enfermo para hacer oración por él. En tal época del año vamos a organizar un cur– so de especialización para tal grupo. Tal día va– mos a llamar a un conferenciante, especialista en cuestiones espirituales o sociales ... en tal temporada vamos a juntarnos todos los días. Au– tonomía. Ellos se organizan. Ellos deciden. El frai– le menor debería respetar religiosamente sus ini– ciativas y apoyarlas. El fraile menor no debería ser "director" sino "asesor" (o asistente) de la hermandad. Y casi es– toy por decir que más que asesor, un profesor (en sentido profético) del franciscanismo. Pero pa– ra la formación en otras materias espirituales, los hermanos bien podrían llamar a otros profesores. En un palabra, el fraile menor deberá estar al ser– vicio o a la disposición de lo que pidan los her– manos. 111. ¿FRANCISCANISMO "MASA" O FRANCISCA– NISMO "ELITE"? En estos últimos tiempos, en todos los países de América Latina se están efectuando estudios de tipo sociológico-religioso sobre el cristianis– mo de masa, tan repleto de procesiones, devo– ciones populares y tan vacío de fuerza evangéli– ca y compromisos reales. Salvadas las distancias -y muchas distancias– podríamos hablar paralelamente y en el mismo sentido sobre las Ordenes Terceras: tan numero– sas (numerosas hermandades y hermandades nu- ARTICULOS merosas) y tan exentas, salvo honrosas excepcio– nes, de vigor y penetración. Cuántas veces se me ha ocurrido emprender un estudio sociológico so– bre la "situación" de la TOF en América Latina. No me asusta la complejidad de tal empresa. Lo que me echa atrás es el temor de que las herman– dades no respondan a los cuestionarios. Como digo, en casi todos 'los países, a través del CELAM, se quiere cultivar dos clases de cris– tianismo -hablo simplificando-: uno, "de masa", tratando de "elevarlo" con métodos más o menos tradicionales; y otro, de "élite" o selección, en que los pastores verterían lo mejor de su tiempo y con métodos especiales. Tercera Orden "de masa" Me parece que ha llegado el momento de aplicar una pastoral semejante a nuestras hermandades (siempre estoy pensando en las futuras hermanda– des). Dentro de un contexto pluralista, yo propon– dría las dos modalidades de la TOF. Comprendo muy bien que el ideal de terciario que aquí configuro no podrían vivirlo todos los que se sienten de alguna manera fascinados por san Francisco, sino aquellos otros dotados de cua– lidades especiales para encarnar el ideal francis– cano en grado elevado. Por otra parte, en la historia franciscana siem– pre ha ocurrido el siguiente fenómeno -me refie– ro especialmente a los Hermanos Menores-. De– bido a que Francisco ejerce un atractivo irresisti– ble, son muchos los que sinceramente se sienten atraídos por él de forma casi irresistible. Todos comienzan a seguirlo; comienzan a subir, se tra– ta de subir porque Francisco llegó y está en una cumbre altísima y casi inaccesible. En esta subi– da, unos quedan a medio camino, otros al comien– zo, y otros aproximadamente a las alturas. Es hu– mano; es inevitable. La limitación humana. Por eso en el franciscanismo se han sentido bien los san– tos y los no tan santos; los iluminados, los rebel– des y ·los reformadores. Y así ocurrirá mientras haya franciscanos en el mundo. A mí me parece, pues, que el franciscanismo es el campo más propicio para que se den los plu– ralismos más variados, en grado y en sistema. Y creo que no solamente debiéramos tolerar, sino también promover estos pluralismos. Además, en las hermandades suele haber generalmente per– sonas de distinta cultura, integración social, con– dición y capacidad espiritual ... De otra manera, no es posible la comunicación y la fraternidad en– tre ellos, sino en forma de grupos distintos y más o menos homogéneos. El problema íntimo es éste: a los muchos que sienten vocación franciscana, sienten simpatía por 41

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