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ARTICULOS esto no es evangélico. No es propio de la tradi– ción franciscana que está poblada de bandidos, sarracenos, mongoles ... y no sé por qué no ha– bría de estar poblada de comunistas ... Bueno. Discriminación moral: personas que en la calle se les señala con el dedo o se aparta la mirada a otra parte. Los hermanos franciscanos, promotores de la igualdad de hijos de Dios, promotores de Paz, Amor, Igualdad y Fraternidad ... es un bello pro– grama de acción. Los hermanos tratarán de respetar sinceramen– te a cualquier hombre, tal como es. Tratarán de acogerlo, siendo sensibles y atentos a sus nece– sidades, esperanzas e inquietudes. Y la única ma– nera de hacer verdaderas fraternidades por me– dio de un intercambio de cordialidad, siendo sen– cillos y alegres. Y todo esto en la disposición ín– tima de "amar no con palabras sino con obras", completamente convencidos de que sólo el amor es la fuente de la felicidad y la salvación. Sin actividad específica, comprometidos y solida– rios con los pobres Las futuras hermandades, después de vivir la hermandad "hacia adentro", ¿deben tomar activi– dades específicas, como grupos? Mucho lo he pen– sado en estos últimos tiempos. Estamos en tiempos en que, pastoralmente, se rehuyen actividades de "ghetto", de olor dualista. En este momento, casi todos los planes pastorales de América Latina tienen como norma general no hacer trabajos de competencia (el estado le– vanta una universidad, nosotros otra universidad al frente; ellos construyen un policlínico, noso– tros, otro), sino que, en primer lugar, cualquie– ra obra que se haga para la promoción humana, aunque lo hagan los "enemigos", es buena, y no– sotros debemos apoyarla, aunque ellos lo hagan con otros fines. Y en segundo lugar, los católi– cos deben trabajar desde dentro de las institu– ciones temporales para darle un sentido evan– gélico y humanitario a esta promoción humana. Cualquier cosa que se haga (y por quienquiera que se haga) para proveer la dignidad y el bie– nestar de los hombres está bien. No podríamos proponerle otra cosa a las futu– ras fraternidades. No importa que la TOF no apa– rezca embarcada en obras que le reporten nom– bre. ¿Vale algo la gloria? Lo importante es que cada hermano participe plenamente en las agru– paciones humanas en que su vida y trabajo se desenvuelven. Participar en las actividades de su sindicato. Participar en las Juntas de Vecinos, o en gru– pos de pobladores. 40 Participar en los Centros de Madres. Participar en los planes de autoconstrucción de casas. Participar en los gremios o en los centros de Padres y Apoderados. Allá donde se trate de alguna prosperidad o proyecto de las poblaciones, desde la construc– ción de una escuela o policlínico, hasta trazar un alcantarillado, allá podría estar el hermano, o en la realización de la hermandad "hacia afuera". Y ¿por qué no participar activamente en las luchas por reivindicaciones sociales? ¿Está reñida la justi– cia con el amor? Todo esto, en América Latina, es de vital Im– portancia y prioridad. Avanzando más allá, ca– brían otras preguntas algo peligrosas. Y frente a ciertos fenómenos, como la violencia, la injusticia social, las múltiples formas de opresión ... ¿no les correspondería a los hermanos una actuación con– secuente? ¿No fueron los terciarios los hombres determinantes en la superación del feudalismo, en cierto sentido, en las luchas sociales de enton- ces? · Se trata de construir un mundo más fraternal, en que el vivir sea un privilegio y no una desgra– cia, en que el hombre sea verdaderamente el her• mano hombre, con dignidad. Me parece que nues– tras futuras hermandades debieran asociarse con todos los hombres de buena voluntad para luchar contra las dificultades que obstaculizan la realiza– ción de esta fraternidad universal. Número pequeño Nosotros hemos vivido angustiados por la idea de la masa. Nos "persigue" la obsesión del núme– ro, de la multitud. Y sufrimos inútilmente. Y en todo esto me parece escuchar los últimos ecos del triunfalismo en que nos hacían delirar las grandes multitudes. No habíamos entendido que los seguidores del Señor constituyen como "un poco de levadura en medio de una gran masa" y en "no tengáis mie– do, pequeño rebañito", y que el grano de mostaza es la más pequeña de las semillas. El polvo impe– rial que traíamos pegado a nuestro vestido desde los días de Constantino (mejor hubiera sido el pol– vo de "peregrinos y extranjeros en este mun– do") nos ha impedido ver la paradoja evangélica que la grandeza está en la pequeñez. Doce eran los apóstoles y no los "cinco mil" de la multiplicación de los panes. Y aún hoy día los "sagaces de este mundo" utilizan para sus planes no el método de las masas, sino el de "células" o "quintas columnas".

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