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Grupos más o menos homogéneos, y en número pequeño. Crear la hermandad hacia adentro; he ahí la ta– rea. Jesús dice que la actitud ante su palabra nos constituye en hermanos suyos (de Jesús). La hermandad tendrá que crearse en torno a la pala– bra. Dentro de la ley de la renuncia y de la muerte que son las condiciones de fecundidad igual que en el caso del trigo. "El dio su vida por nosotros y nosotros debemos dar la vida por nuestros her– manos''. Crear la hermandad es simultáneo y hasta si– nónimo de conversión, en el sentido de que la hermandad se irá generando en la medida que va– yamos destruyendo el egoísmo (dar la vida por nuestros hermanos). V dar la vida por nuestros hermanos significa negarnos para darnos. Para dar– nos tenemos que desprendernos. Darnos en for– ma de renuncia , servicio, humildad, perdón, olvi– do . . . todo esto supone desprenderse dolorosa– mente de un pedazo de nuestra vida, luchar con– tra el egoísmo, convertirse. Nos daremos en forma de comprensión. Todos los hermanos son individuos concretos con dife– rente temperamento, educación, estados de áni– mo. Aceptarse unos a otros en su realidad diaria, respetarse mutuamente, estimularse en los pro– yectos, desear el aprovechamiento y desarrollo unos de otros. La hermandad es una realidad pro– fundamente humana. Para vivir esa hermandad hacia adentro, los her– manos deberán vencer en sí mismos el respeto humano, cualquiera reserva o reticencia natural para abrirse unos a otros en una verdadera co– munión mutua. V de esta manera los hermanos crearán un ambiente de confianza, sinceridad y hasta de amistad , para llegar hasta más allá de la amistad, o sea, la fraternidad bajo la presencia directa del Señor. De esta manera lograrán ge– nerar esa atmósfera gozosa en que los herma– nos llegarán a sentirse felices hasta exclamar con Pedro: "¡Qué bien estamos aquí!" Eso es fraternidad. La hermandad no es, pues, un "regalo" llovido del cielo. Es un trofeo que se consigue después de larga lucha. Lo más sublime es lo más difí– cil. Y la lucha es eminentemente sobrenatural: en el nombre de Dios, desprendernos, liberarnos de nosotros mismos para darnos a los demás, ésa es la lucha; y bien dolorosa. La hermandad no es, pues, ni un ente teológico ni una idea romántica, sino una tarea. Si •es verdad que para generar atmósfera de hogar son necesarios los contactos y la conviven– cia humana, sin embargo una verdadera herman– dad nunca se logrará sino en torno al Señor. De ARTICULOS otra manera será amistad, tan sólo. La herman– dad, en el momento en que se reúne, tiene que constituir un Hogar-Cenáculo, girando siempre so– bre dos polos que constituyen un solo eje: la Pa– labra y la Oración. La meditación y el comenta– rio (servicio) del Evangelio llevará necesariamente al hermano al diálogo con Dios. Después, "amar– se unos a otros" será cosa fácil. Entonces, la hermandad será, ella misma, el ar– gumento-testimonio a través del cual el mundo puede reconocer a Jesús como el enviado del Pa– dre. "En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros". Hermanos con los hombres, o hermandad "hacia afuera" Una ·hermandad cerrada y abierta al mismo tiempo. Abierta, como el amor de Dios. Cada hombre es un don de Dios. Los hermanos reconocerán en cada hombre a un hermano y se comportarán con– secuentemente. En los tiempos en que la TOF se consideraba una escuela de perfección, en el mejor de los ca– sos, había un cierto sentido de hermandad con aquellos que habían hecho la profesión. Y punto. Ahí terminaba el alcance de la claridad. Uno de los valores descubiertos por Francisco, vigorosamente marcados en nuestros tiempos, es el del servicio a la universalidad de los hombres, superando cualquier discriminación y preferen– temente a los necesitados. Me parece que en las futuras hermandades deberá tenerse presente es– to : la Fraternidad Universal. Pero esta fraternidad universal tiene el peligro de evaporarse en un sentimentalismo también uni– versal. Sin embargo, contiene exigencias concre– tas y difíciles. Los hermanos deberán "acercarse" a cualquier hombre. Esos hermanos son los llamados a supe– rar cualquier clase de discriminación, de que es– tá llena la sociedad. Prejuicios de raza, los hay to– davía casi en todas las naciones, solapadamente a veces, descubiertamente, otras veces. Las dis– criminaciones de clases existen y se notan desde los barrios archimillonarios hasta las barriadas más miserables; en todas partes, el que tiene más "se siente" más: basta que el otro tenga cien pesos y usted cincuenta para que él "se sienta" más. La discriminación política, sobre todo aquí en Amé– rica Latina ... todavía el comunista (antes el ma– són) es hijo del diablo y hay que evitarse hasta una palabra con él_ (cómo han aprovechado los derechistas de este continente aquello de que el "comunismo es intrínsecamente malo".. .). Todo 39

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