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ARTICULOS "fraternidad", que sería una forma peculiar de la vida común. Con ello, se superaría el es,que– ma habitacional o locativo de la comunidad tra– dicional, como expresión típica de la vida co– mún. Es decir, los hermanos seguirán siempre hermanos, aun cuando no vivan todos juntos en la casa paterna y bajo la tutela y autoridad del padre común. Esta sería la auténtica fraternidad franciscana: una fraternidad adulta, frente al tipo monástico o cenobítico de la fraternidad que no puede pensarse sin la casa y la autoridad fra– terna. Entre los franciscanos, el término "comunidad" y su realidad existencial fue causa de graves tensiones y conflictos en su día. No se cuestio– naba realmente la vida común o la comunidad, sino el prejuicio de que ésta era imposible sin la obligada referencia a determinadas estructu– ras habitacionales o a un determinado régimen de vida comunitaria. Frente al régimen de co– munidad, se intentaba conservar el régimen de los eremitorios, por considerarlos más genuina– mente franciscanos. 2. La vida eremítica El eremitismo fue una forma concreta de ex– periencia religiosa o de vida religosa. De alguna manera hay que llamar la opción de vida cris– tiana, inspirada en los consejos evangélicos. Las primeras formas de vida religiosa se rea– lizaron en solitario, fuera de los núcleos de PO· blación, fuera de las ciudades, con los anaco– retas y, adentrándose en el desierto, con los eremitas o monjes. Los eremitas o monjes, viven en pequeñas cel– das o cabañas, en una proximidad locativa con otros monjes, constituyendo una comunidad abier– ta. Con cierta autonomía y libertad para la ora– ción, el trabajo e incluso para las transacciones comerciales de· compraventa necesarias para la propia subsistencia. La puesta en común de los bienes se explicita en la solidaridad y la limos– na 1°. La autoridad que cohesiona la "colonia", más que jurídica, es carismática. El "abad", más que padre, es, sobre· todo, maestro espiritual. Los actos comunitarios o en gmpo son esca– sos. La convivencia tiene sus tiempos fuertes los sábados y los domingos; el trabajo manual. la recitación sálmica y la oración personal ocupan la jornada 11 • {10) SAN ANTONIO, Regulae et precepta S.P.N. Antonil ad Filios suos Monachos, en Codex Regula.-um de Lucas H. (1769): "No te reserves más de lo que necesitas, ni seas demasiado pródigo. Haz limosna a los pobres o enfermos del monasterio" (8); Haz limosnas, cuanto puedas" (20). 76 Esta primera experiencia de vida religiosa será después, a través de los siglos, la obligada re– ferencia de todos los movimientos de reforma en las Ordenes religiosas. No para reinstaurarla en su totalidad, sino .para simplificar el excesivo y abrumador montaje de los grandes monaste– rios. 3. La vida cenobítica o vida común Contra lo que pudiera parecer, la vida mo– nástica no se identifica con la vida cenobítica o comunitaria. Originariamente, la palabra monje no desig– na al religioso que vive en comunidad, sino al solitario. Y el monasterio es, ante todo, el lugar en que viven. El "monasterio" obedecerá a la necesidad de conseguir y asegurar, precisamente, la soledad de los religiosos. Aunque parezca paradójico, ·los monjes no se reúnen para vivir en compañía, sino para vivir en soledad: la famosa "soledad en compañía", que será una dramática realidad y que tipificará desgraciadamente la vida de mu– chas comunidades más tarde. El muro, valla o recinto, del monasterio im– pedirá el acceso de los extraños y curiosos, y la salida, espontánea y libre, de los monjes. Será siempre símbolo de la ruptura con el mundo y de autonomía. Los monjes no tendrán que salir invocando presuntas o reales necesidades. El monasterio se autoabastece sobreabundantemen– te con el trabajo de todos y '1a puesta en común de su producido. La multiplicidad de oficinas y de industrias del monasterio cubrirán ampliamen– te las necesidades de los monjes. Además de esta instancia espiritual de soledad y de renuncia, el monasterio obedecerá también a otra instancia de tipo sociológico: el conside– rable aumento de los monjes exigirá una rígida organización de los mismos. De ahí la configura– ción campamental de los primeros monasterios: un equival·ente de los conventos-cuartel de nues– tro tiempo. El monasterio pacomiano tiene evidentes re– sonancias castrenses. La multitud de los monjes se organiza en "tribus". Cada tribu, consta de tres o cuatro "casas", que también se llamarán "familias" o "pueblos". Al frente de cada casa habrá un "prepósito" y todo el monasterio estará (11) IBIDEM, "Cuando estuvieres en tu celda, ocúpate soll– citamente en estas tres cosas siempre; a saber, en el trabajo manual, en la meditación o recitación de tus salmos y en tu oración" (40) .
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