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ARTICULOS do de su realización como la propia expresión del Ideal completo, como el punto máximo de elevación y, en consecuencia, mirar todo poste– rior desarrollo como una cierta apostasía, como un descenso del ideal, y acusar de disolventes o destructores a las fuerzas motoras que la di– rigen" 4 • Estas tesis de Ehrle, S.J., podrían parecer re– lativamente razonables. Siempre y cuando este progresivo desarrollo no alterara el contenido y la intención del carisma fundacional. Y no se invocaran para sustentar un período, exclusivo y cerrado, de esta evolución. No sería correcto abrir el compás de la primera e~periencia de vida franciscana, ante las causas segundas, los acon– tecimientos y experiencia de la vida de una épo– ca, y cerrarlo después. Por ejemplo, ante las causas segundas, los sucesos y la experiencia de nuestro tiempo. Ciertamente, no todo posterior desenvolvimien– to será una apostasía, un descenso del ideal o una fuerza disolvente. Pero lo puede ser. Lo pudo ser durante los primeros cincuenta años de la Orden, y lo puede ser en nuestro tiempo. Es sabido que la primera literatura franciscana se origina precisamente en esta presunción, a partir de la Vida Segunda, de Celano 5 • El riesgo de esta presunta apostasía pudo dar– se en la Orden a partir de la segunda y tercera generación franciscana . Para entonces, el grupo originario de la fraternidad había aumentado pro– digiosamente. Los componentes del grupo se ha– bían dispersado en su mayoría, creando nuevos grupos .que recibirían fuertes presiones cultura– les, hasta desvanecerse más pronto de lo previs– to la identidad carismática originaria. Los focos universitarios de Bolonia y de París serán muy pronto el nuevo crisol de la Orden. En cierto sentido, razón tenía fray Gil al lamen– tar que París había destruido a Asís. Las nuevas promociones franciscanas tenían (4) C. EHRLE, S.J. Die Spiritualen, en A.L.K.G., p. 591. (5) TOMAS DE CELANO escribió la Vida Primera, tal vez por encargo de Gregario IX, con ocasión de la canonización de san Francisco. Al parecer, estaba ya terminada en 1229. Más adelante, entre 1246 y 1247 escribió la Vida Segunda, que serla ya una obra de tesis, en ,Ja que el autor toma par· tido por las ideas defendidas por el sector más radicalizado de la Orden. (6) -La Regla bulada (1223) plantea la pobreza con una notoria inversión de los va lores contenidos en la Regla de 1221 . Se da prioridad a que los frailes no reciban dinero ni pecunia (cap. 4), y a que los frailes no se apropien cosa alguna (cap. 6) . El trabajo pasa a ser una opción condicionada a que no apaguen el espíritu de santa oración y devoción (cap. 5), y 74 muy vagas referencias del espíritu y propósito propios de san Francisco. Y no existía un código jurídico para fijarlos en unas normas estables de vida. Ni siquiera después de sancionarse ofi– cialmente la Regla en 1223. . La única referencia explícita era el ideal de la POBREZA. Pero ésta había sido sometida en el mismo texto de la Regla a un tratamiento as– cético y espiritual que posibilitaría, incluso, las nuevas formas de vida 6 • También en nuestro tiempo, corremos un ries– go parecido, al tratar de adaptar la inspiración primigenia de la Orden a las cambiadas condi– ciones de nuestros días. Pero el problema no consiste, precisamente, en esto, sino en presu– mir, con fundamento o sin él, que las llamadas "sanas tradiciones" pueden ser incompatibles con el espíritu y propósito propios de san Fran– cisco . Es sabido que nuestra actual forma de vida está montada más sobre estas tradiciones que sobre los presupuestos y exigencias del ca– risma originario. Los tímidos o vigor-osos intentos de renova– ción, realizados a partir de 1965, han sido reco– gidos en los flamantes textos de las Constitucio– nes renovadas de todas las familias francisca– nas 7 • A juicio de algunos, estos intentos se han que– dado a medio camino en este imperativo de re– torno a las fuentes, al no traspasar la frontera de las sanas tradiciones. La forma originaria de vida franciscana ha quedado, en el mejor de los casos, como una referencia apenas insinuada para posibles y nuevas formas de vida o expe– riencias, inspiradas más o menos radicalmente en el espíritu y propósito de la primera expe– riencia de vida franciscana. Hay que reconocer, sin embargo, la clarifica– ción que se ha hecho de. los dos componentes diferenciadores del carisma fundacional: la fra– ternidad y la minoridad. Pero, con frecuencia, es– tas dos coordenadas del carisma han sido re– ducidas a dos simples categorías espirituales la limosna se considera como medio exclusivo de subsistencia-. al hacerse habitual (cap. 6) . (7) .Las Constituciones de -los Hermanos Menores fueron apro– badas provisionalmente en el Capítulo General de 1967 y, de– finitivamente, en el de 1973. Fue una revisión a fondo, que abandonó el esquema tradicional de [os doce capitules y com– bina, con evidente acierto metodológico, ,los elementos espiri• tuales con los normativos. Los Hermanos Menores Capuchinos elaboraron un texto provisional en el Cap!tulo General de 1968, retocándose ligeramente en 1970. Fue aprobado en el Capitulo General de 1974, Se mantiene el esquema tradicional, con la natural reiteración de temas y la confusa alternancia de moti– vaciones, normas y exhortaciones. Al parecer, pesó muoho, en 1968, el mito de la sacralidad del texto.

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