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ARTICULOS R. Hostie 68 . Los trescientos cincuenta años de este supuesto ciclo vital, en nuestro caso, han quedado atrás, con otros trescientos cincuenta años más. No creemos que nos encontremos en los últimos cincuenta o cien años del agotamien– to o de la extinción. Los proyectos de vida que nos proponen los códigos renovados pueden sa– carnos del callejón sin salida en que parece nos encontramos. El proyecto de vida de· san Fran– cisco, nos parece, incluso, tan nuevo ahora como entonces. Tal vez, lo que entonces no . pudo lle– varse a la práctica, dado el condicionamiento cul– tural de la época, sea una exigencia cultural de la nuestra. Este propósito de renovación tiene que partir de la base. "La vida religiosa nunca ha nacido desde arriba, debido a instancias eclesiásticas oficiales, sino que se ha impuesto siempre desde abajo a la jerarquía. En principio, la jerarquía siempre se ha mostrado renuente ante todo mo- vimiento religioso" 69 • · · Parece ser que la futura "Ley Fundamental" de la Iglesia, al tratar del derecho de los religio– sos, superará el actual handicap del Código ac– tual que tuvo en su origen evidentes propósitos uniformadores, y dejará la iniciativa normativa a los mismos Institutos 1°. La expectativa de este fundamental documento hace, por lo demás, que los actuales códigos, su– puestamente renovados, tengan una inevitable connotación de provisionalidad. La mitad del ca– mino hecho hasta ahora podrá llegar seguramen– te al kilómetro cero del carisma. Algunos de estos kilómetros del camino de re– torno, podrían ser los siguientes, a mi modesto entender. Como para un anteproyecto: 1. Pluralismo y pluriformidad de vida y actividad de los hermanos Los hermanos, agrupados en casas, provincias o cualquiera otra nomenclatura, podrán ocuparse en la cura de almas, la vida contemplativa o la vida de trabajo, insertos en el mundo. laboral. Ninguna de estas actividades "originarias" pola– rizará a la otra. Cada una de estas actividades implicará estructuras de vida diferentes. Las "sanas tradiciones" impondrán que los (68) R. HOSTIE, op. cit.: "El ciclo vital de un instituto re– ligioso que cumple toda su edad, se completa en unos tres– cientos cincuenta años. Su gestación necesita de cinco a quin.. ce años; su estructuración explícita sigue durante un lapso casi igual; el período de expansión comprende unos cien años, y · otro tanto el de estábilizaci6n. La decadencia, que surge bruscamente, puede prolongarse de cincuenta a cien años. Des– pués, ~, agotamiento 'es eviderite, aunque a. veces ti'anscürran 86 hermanos alternen, de vez en cuando, en las mis– mas, casi con criterio rotatorio, pero sin forzar el carisma personal o la gracia de cada uno, para decirlo en términos franciscanos. Sin querer ha 0 cer una imposible . síntesis de simultaneidad, co– mo ha podido pretenderse hasta hace poco. La "vida mixta", para decirlo también en lenguaje tradicional, se hará sobre módulos de alternan– cia; no de simultaneidad. 2. Replanteamiento de las estructuras comunitarias Cada actividad exigirá una peculiar organiza– ción de la vida comunitaria, sin que ninguna de ellas se considere exclusivamente representativa o perfecta en perjuicio de las demás. La convivencia estará más en función de· la vivencia compartida .que del trabajo o de la ac– tividad que el .grupo se proponga, primando el ser sobre el hacer. La vida en común superará la denotación mo– nástica o solitaria de la soledad en compañía, y la perspectiva individualista y "ascética" que ha podido tener antes de ahora. Para salvar el ideal de la koinonía, será de todo punto necesario suscitar o descubrir tiempos fuertes de vida en común, que no sean simple– mente los cotidianos 71 • Incluso para la vida de oración. · 3. Reactualización del carisma La fraternidad, como reg1men de vida, recµpe– rará su "valor de libertad", dentro de las estruc– turas de vida en común, como responsabilidad compartida dentro del grupo, en la toma pe deci– siones. Sin recurrir al expediente, pensando en clave clerical, de que los hermanos no clérigos puedan ser nombrados superiores. La pobreza enfrentará el reto de la sociedad de consumo, radicalizando, incluso, el gran "re– pudio", sin invocar la necesidad de recursos y medios para la acción apostólica. Viviendo o no entre los pobres, pero sí como los padres, que hacen del trabajo el medio fundamental de su subsistencia, y renunciando al privilegio levítico o apostólico de vivir del Evangelio, llegado el caso. otros cincuenta o cien años, antes de que col'lste oficialmente su desaparición'' (p, 24). (69) T. J. VAN BAVEL, Grupo pequeño y mundo grande, en Concilium 97 (1974), p. 91. (70) J. B-EYER, El nuevo derecho de los religiosos, en ibídem, pp, 98-115. (71) R. SOUwLARD, El futuro de la vida religiosa, en ibídem, p. 110.

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