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El tema de la MINORIDAD, en el Espejo de Perfección, tendrá un tratamiento poco expresi– vo. Pero hay que· notar, sin embargo, que, aun postergado por el tema de la pobreza, tiene cla– ras connotaciones bíblicas de la "pobreza de es– píritu". La Orden de los Frailes Menores será el pequeño rebaño, el pueblo nuevo, bien fundado en humildad, que será en esta virtud y en la po– breza muy distinto de cuantos le han precedido y que con sólo tener a Cristo estará contento. Y así Dios le habría revelado que sus religiosos se llamasen "Frailes Menores" (Sp 26). Sin embargo, la minoridad tendrá también otras implicaciones. A este propósito el Santo habría respondido al Cardenal Ostiense, en cierta oca– sión: "Señor, mis frailes se llaman Menores para que nunca aspiren a ser may0:res. Su misma vo– cación les obliga a estar siempre en el grado in– ferior y a seguir las huellas de la humildad de Cristo ( ... ), Si queréis que produzcan gran fruto, dignaos tenerlos y conservarlos en el estado de su vocación" (Sp 48). Por lo mismo, quería que sus frailes sirviesen a los leprosos como fundamento de humildad (Sp 44). Sin embargo, la :humildad estará vinculada es– trechamente con la obediencia 64 • Como hemos visto en esta breve síntesis, el Espejo de Perfección no es tan radical como po– dría parecer. En ocasiones, sólo reelabora los tex– tos celanenses y hace referencia a los supuestos abusos introducidos. Evidentemente, se quiere afirmar la identidad franciscana en la originalidad de la forma de vida primitiva, pero sin tanto entusiasmo. Donde se muestra más acerbo es en el juicio, casi siempre violento, de la actuación de los Prelados y los ,hombres de cienc'ia. Repitiendo a Celano 65 , afirma cómo el santo renunció a su oficio por causa de algunos malos Prelados. Se· hace decir al Santo: "Entre los Pre– lados hay, por desgracia, algunos, que se empe– ñan en llevar a los religiosos por otros caminos, proponiéndoles doctrinas anticuadas y haciendo muy poco caso de mis consejos" (Sp 41) . Insistir sobre el particular sería reiterativo y superfluo. Nos guste o no, hemos de reconocer que la "comunidad", en sus módulos organizati– vos, como quedó sancionada en tiempo de san Buenaventura y como ha llegado hasta nuestro (64) Sp IV: "De la perfecta humi-ldad y obediencia de Francisco y de sus .frailes". (65) Cel 188. ARTICULOS tiempo, no respondía a la forma de vida evangé– lica que intuyó san Francisco. Que salvaran o no salvaran estos módulos el diferencial franciscano de la fraternidad y de la minoridad, es otra cosa. Que estas dos coorde– nadas del carisma franciscano han sido reduci– das a simples categorías sicológicas o espiri– tuales, parece fuera de duda. Que esto sea sufi– ciente, es dudoso; que tal vez se deberían bus– car nuevas formas de vida y actividad, acomo– dadas a las actuales y cambiadas condiciones de los tiempos, e inspiradas en la primigenia forma de vida de la Orden, es un imperativo. Que esto supondría el abandono, total o parcial, de los módulos organizativos existentes, probablemente. Y que este propósito o iniciativa encontraría in– superables dificultades de orden jurídico y prác– tico, seguro. Que estas dificultades desalienten a los más animosos y frustren las generosas y a veces arriesgadas experiencias que puedan ha– cerse, es ya una triste realidad. Que esto sea una sintomatología de la decadencia y muerte de la Orden franciscana, NO. CONCLUSIONES Algunos piensan que reflexiones como las que hemos venido haciendo, son o pueden ser disol– ventes o destructoras. La autocrítica es siempre de efectos desagradables. Y además, pone a prue– ba la discreción y buen juicio de quien la hace. Máxime, cuando las actitudes se polarizan en dos posiciones extremas: una iconoclasta y otra con– servadora. Afortunadamente, es muoho lo que se ha hecho en el sentido de clarificar los presupuestos y exi– gencias del carisma franciscano. Las Constitu– ciones renovadas de las familias franciscanas han hecho ya mucho camino, a partir de 1965. Y eso que, como alguien ha escrito: "ni los miem– bros individuales ni los institutos religiosos co– mo grupo estaban preparados para el cambio de rumbo propuesto por el Vaticano 11" 66 . Lo pasado es historia. No solamente la Orden franc.iscana, sino en general "las órdenes men– dicantes, no comprendieron la respuesta del Fun– dador ni encajaron ni supieron dar ,continuidad, so– bre todo a los elementos sustanciales" 67 • Nos resistimos a aceptar la tesis de los ciclos vitales de los institutos religiosos, propuesta por (66) R. HOSTIE, Vida y muerte de las Ordenes Religiosas, Coneillum 97 (1974), p. 29. (67) W. DIRKS, Respuesta de los Monjes, en lbldem, p. 17 85
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