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186 BERNARDINO DE AIUvIELLADA giografía de su tiempo, prepara al lector para entrar en el tema específico de la obra. El primer capítulo se dedica a la obra de Tomás de Celano: De la ''Vita prima" se consideran las circunstancias de su composición, fuentes, estructura temática, estilo (predominio del "cursus velox"), intención y finalidad (informar y edificar a los lectores de toda clase y condición), transmisión del texto, con un juicio conclusivo, que ve en 1Ce/ "una fuente insustituible para conocer a san Francisco y varios aspectos de la primitiva Fraternidad" (92), superando los jui– cios negativos de quienes la consideran tendenciosa, negando o relativizando su valor histórico. El mismo esquema de consideraciones se aplica a la ''Vita se– cunda" del mismo Celano, aunque la distancia de 17 años hace que las circuns– tancias sean ya muy distintas. 2Cel está precedida por varios escritos importan– tes, por lo que es susceptible de un estudio comparativo empleando el método de la Formgeschichte (R. Manselli). Su carácter de "memoriale" explicaría de algún modo su finalidad devocional, informativa y formativa, más que de biografía propiamente dicha. Obra más interpretativa que histórica, no poseería "la es– pontaneidad de la primitiva Fraternidad" como lo hace la 1 Ce/ (119). El Tracta– tus de miraculis es visto recientemente como "el vértice de la obra celaniana" (126), que, además de su valor histórico, presenta temas de gran interés, p. e. poniendo un nuevo acento en la santidad de Francisco como "hombre nuevo" en su "asimilación a Cristo" (127). En el capítulo II se describe la Primera producción hagiográfica posterior a la 1Cel. El "Officium Rhythmicum" de Julián de Espira, con hinmos de Gregario IX y del Cardenal Cappocci, probablemente precedió a la Vita sancti Francisci del mismo Julián y que, teniendo 1 Ce/ como fuente principal, revela cierta autono– mía en su brevedad y en algún dato correspondiente a una tradición anterior (147). La finalidad de Julián sería ofrecer a los estudiantes franciscanos de París "una vida de Francisco más sintética y adecuada a su público" (150). También dependiente de 1Cel es la L.egenda versijicata, cuyo autor, Enrique d'Abranches, no fue identificado hasta la segunda década del siglo XX. Su estilo se aproxima al género épico y su originalidad, más que en los datos, está en la interpretación de la persona de Francisco como "jefe sagrado", "héroe de la santidad", una especie de "Francisquíada" (163). Termina este capítulo con una información, interesante en su brevedad, sobre otras cinco "leyendas menores". El capítulo III lo ocupa el Ano1!Jmus Perusinus que sólo a finales del siglo XX ha sido objeto de la atención de la crítica, a pesar de su peculiaridad en el contexto de las fuentes primitivas. Se ha querido encontrar a su autor en la per-

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