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siendo voluntaria, no impuesta, y mirada como un derecho que los superiores y los demás her– manos deben respetar, más aún, ayudar a rea– lizarla. Es cierto que los tiempos han cambiado; hoy el ir a las misiones no comporta, de ordi– nario, el ri esgo que suponía al tiempo de san Francisco. Por ello los expositores de la Regla han venido diciendo, en términos jurídico-mora– les, que ya no tiene razón de ser la voluntarie– dad, po rque un superior puede imponer a un súbdito el destino de las mistones, puesto que hoy no es acto heroico. Pero ese carácter vo– luntario deriva del concepto mismo de vocación misionera : es un compromiso en totalidad, que supone liberación plena para el Reino, y una de– cisión de renuncia de sí mismo y de todo lo suyo, que abarca comodidad, ,patria, lengua, cul– tura.. . Y esto, bien mirado, puede resultar más heroico que el dejarse cortar la cabeza o ser expu lsado violentamente. A nive·1 de provincia, puede resultar también heroico el dejar partir para la misión lejana a todos los religiosos, sacerdotes y no sacerdo– tes, que lo pidan y sean idóneos, sin tener en cuenta si son necesarios o no en la provincia. La estrategia de Francisco de ,confiar el éxi– to ante todo al testimonio, "viviendo espiritual– mente entre los infieles", ha sido confirmada en ARTICULOS la doctrina del decreto Ad gentes del Vatica– no 11. Sería oportuno revisar a fondo todos los antitestimonios de nuestra presencia y de nues– tra acción en medio de los pueblos. La táctica de preparar el terreno para la Palabra, que es lo que en otros términos manda la Regla prime– ra, debería ser la labor fundamental del misio– nero; y cuando se halla el terreno preparado, entonces ser el hombre de la Palabra, y no el constructor, el administrador, el extranjero in– fluyente .. . En la formación misionera de nuestros candi– datos, se ha de dar importancia a la conciencia cristiana de las urgencias del Reino, de perte– necer a la Iglesia misionera. Pres·entar la vo– cación franciscano-capuchina como la asunción, en totalidad, del compromiso cristiano. Seguir a Cristo según el Evang,elio es, para Francisco, to– mar como dirigida a nosotros la página de la misión de los apóstoles. "Ir entre los infieles", no significa cosa diferente ni requiere disposi– ciones diferentes que el destino minorítico de "ir por el mundo". Se trata de ser siempre verda– dero hermano menor: seguidor de Cristo, po– bre, siervo, manso, amigo y hermano, enemigo de "mover contiendas ni discusiones". Formar un cristiano sincero y un buen hermano menor, es preparar un buen misionero.

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