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111. Medio fundamental: el testimonio cristiano Todos los investigadores están de acuerdo en afirmar que el capítulo 16 de la Regla primera sobre las misiones fue incluido el año 1221, a raíz de la vuelta de san Francisco de su viaje a Oriente y de la noticia del martirio de los misione– ros de Marruecos, que hizo exclamar al fundador: "¡Ahora sí que puedo decir que tengo cinco ver– daderos hermanos menores!" (Analecta Francis– cana, 111, p. 593). Ese capítulo, por lo tanto, es fruto de una doble e~periencia: la propia de Fran– cisco en su entrada en Egipto como heraldo de paz y de simpatía, y la de los hermanos que, si– guiendo un método diverso de provocación, ob– tuvieron el anhelado martirio por Cristo. A juz– gar por las fuentes biográficas, Francisco esta– ría decididamente de la parte de los que veían la vocación misionera exclusivamente como vo– cación al martirio; él mismo se habría movido siempre a impulsos de ese ideal (cfr. 1 Cel. 55-57; 2 Cel 30, 152; LM 9, 6; 13, 2). Sin embargo, el texto de la Regla, que nos da su pensamiento personal, desmiente esa concepción. "Lo~ _hermanos que van entre los infieles, pue– den v1v1r entre ellos espiritualmer.te de dos ma– neras". Se trata, ante todo, de "vivir espiritual– m_ente entre ellos". Es la aplicación, aquí tam– bién, de la opción hecha por la fraternidad ya desde el principio, como la formuló la Crónica de Normandía. "Eligieron vivir entre los hom– bres" (L._ Leri;~ens, Testimonia minora, 21). Pa– ra Francisco salir del mundo" (Testamento) no sig~ifica alejarse del contexto humano para re– f~g1arse en un monasterio, sino aceptar la difí– cil t~rea de _volver a vivir entre los hombres, pe– r~ siendo diferente, es decir, una vida peniten– cial, de convertido, según los dictados del "espí– ritu" Y no de la "carne": vivir "espiritualmente", de forma que sea esa misma sinceridad de vida cristiana integral la que provoque una inquietud en torno y haga brotar en los demás la pregun– ta: ¿Tú, por qué eres así? "La primera manera consiste en no trabarse con los infieles en -contiendas ni discusiones, si– no mostrarse sometidos a toda humana creatura por amor de Dios (1 Ped 2, 13) y confesar que son cristianos". Una de las "leyes de los pere– grinos" que Francisco solía repetir, era la de "~ransitar pacíficamente" (2 ce,1 59). Quien se s1ent? h~rmano de todos los hombres y tiene conc1enc1a de ser menor en medio de ellos, no puede menos de presentarse como hombre de paz. Lo inculca el fundador en la Regla: "Acon– sejo, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mun– do, no l_iti_guen ni se traben en disputas de pala– bras, n1 Juzguen a los demás. Sean más bien ARTICULO$ suaves, pacíficos y modestos, mansos y humil– des, hablando a todos con mesura" (2 Regla, 3). El misionero, según esta consigna tan profun– damente evangélica, debe saber que su cometi– do no es combatir ningún error, ni siquiera con– vencer las inteligencias dialécticamente, menos todavía desafiar a los infieles. Sino hacer palpa– ble el sello divino del cristianismo con una au– téntica vida cristiana. Ser diferente conviviendo e~tre ellos hasta el punto de tener que dar ra~ zon de su manera de pensar, de sentir y de obrar, y entonces confesar: Soy cristiano. Re– cordemos que ser hermano menor no era otra ,cosa, para Francisco, que ser sencillamente cris– tiano (cfr. Carta a un ministro). Ciertamente, con ese sistema, el misionero no puede pensar en éxitos espectaculares inmedia– tos. Es la ley de la sementera del Reino. Debe– rá estudiar la manera de vivir de los habitantes su mentalidad, sus valores; adaptars•e, aprende~ su lengua, ganarse la vida con ellos... Es mu– cho más expedito arremeter contra la falsa re– ligión, insultar a Mahoma en una lengua que los oyentes no entienden, herir la sensibilidad reli– giosa d~?larándola "fanatismo", hasta conseguir el_ mart1~10. Jacobo de Vitry refiere que, por el mismo tiempo en que Francisco y su compañero eran objeto de las atenciones del sultán, había otros hermanos menores que predicaban a los s~rrac-enos; "éstos les escuchaban gustosamente mientras hablaban de la fe de Cristo y de la doc– trina evangélica, pero cuando comenzaban a atacar a Mahoma, acusándolo de embaucador y de pérfido, se lanzaban contra ellos, los apalea– ban Y los arrojaban medio muertos de sus ciu– dades" (Hist. orientalis, 1.2, c. 32). Esa táctica, no hay que negarlo, enriqueció a la Orden y a la Iglesia de gloriosas constelacio– nes de mártires en la larga historia de las mi– siones en tierras del Islam, y creó la mística del martirio tan bellamente expuesta por san Buena– ventura y otros escritores; pero contribuyó poco al avance de la fe cristiana. IV. En el momento oportuno, el anuncio de la Palabra "La segunda manera consiste en que, cuando vieren que agrada al Señor, anuncien la pala– bra de Dios: que crean en Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo redentor y salvador, y moviéndoles a que se bauticen y se hagan cris– tianos ... " "Cuando vieren que agrada al Señor" es ex– presión prácticamente idéntica a la que aparece 155

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