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S. BUENAVENTURA FILÓSOFO 435 XI, n. 9 cuando tratando de la Trinidad se refiere a la producción en Dios. Se puede llegar a afirmarla por razón; pero es una razón que llega a Dios de modo incompleto (no plenamente resolutiva), es decir, que no puede deducir desde ese punto de llegada lo que la fe, al facilitar una intelección plenamente resolutiva, puede deducir con razones "necesa– rias" desde su supuesto). Desde estos datos de la fe la especulación del teólogo concibe las propiedades de esta ciencia divina que representa to– das las cosas sin conformarse con ellas. La fe y la razón, ambas a dos, conducen a estos esplendores ejemplares. Pero la razón, una vez supuesta la fe, es ayudada en el teólogo por el libro de las creaturas sensibles, por el de las creaturas racionales y por el de la Escritura. Por otra parte, la fe no sólo enseña el ejemplarismo divino. Enseña también que el alma es imagen de Dios, o más exactamente, la imagen de la Trinidad (49). Si Dios es trino y la creatura es únicamente por Dios, no podrá menos de responder en su ser al Dios trinitario, salva siempre la distancia entre Creador y creatura. Y la sabiduría, como experiencia profunda de la cercanía de Dios en la inteligencia y en el amor, tendrá que ser un contacto real - participación - con la vida trinitaria de Dios. Esto es hacer teología, según San Buenaventura (51). La filosofía, sin embargo, no queda anula– da. Antes bien, es asumida en este proceso de vida sobrenatural por la teología haciéndose instrumento sumamente válido para leer en la crea– ción tanto sensible como espiritual los presupuestos esenciales a su natura– leza elevable hasta Dios, pero sólo perceptibles una vez iluminada por la fe. Es así como la fe, no sólo propone misterios de por sí inescrutables a la razón, sino que abre en el campo de la realidad natural sobre el que ella se asienta, perspectivas de discurso sobre las condiciones de posi– bilidad de lo que por la fe sabemos es un hecho. 6. Bérubé gusta de imaginar diálogos posibles entre personajes que p'udieron conocerse y que, sin referirse explícitamente uno a las ideas del otro, dan pie para suponer un intercambio dialogal de rechazo o asentimiento. Y a San Buenaventura le encuentra un interlocutor en el tema del servicio de la filosofía dentro de la teología: es Rogerio Bacón, fraile de ideas originales que no pudo pasar desapercibido al que fue su Superior General. Su gran preocupación era promover la vida cristiana por el conocimiento de la S. Escritura de manera que, no sólo los creyen– tes, sino también los infieles, fueran movidos a aceptar de modo práctico la verdad revelada en la Biblia. Para él, sin embargo, la teología meramen– te especulativa no tiene valor alguno. Es la práctica, la teología anclada
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