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448 BERNARDINO DE ARMELLADA Las disquisiciones que Bérubé dedica al modo como S. Buenaventura describe el objeto de cada una de las facultades - memoria, entendi– miento y voluntad - tienen un gran interés para la historia de la filoso– fía. Baste aludir aquí a algunas observaciones especialmente pertinentes a mi propósito. Una es sobre el tema del conocimiento de Dios como acto puro, donde Bérubé deja claro que el contexto filosófico de S. Buenaventura es anterior a las discusiones sobre la función del concepto común del "ser" en el conocimiento de Dios a partir de lo creado. En cuanto al objeto de la voluntad hace resaltar una idea de S. Buena– ventura "cuya resonancia se constata a lo largo de la historia": "La fuerza del Bien soberano es tal que nada puede ser amado por la creatu– ra si no es en virtud de su deseo del soberano Bien, aun cuando la creatura se equivoque y yerre tomando la imagen o el simulacro por la verdad" (188). El talento especulativo de Bérubé encuentra un buen campo de ejer– cicio en la confrontación de los capítulos 3 y 5 del Itinerario y la diferen– cia que puede haber entre conocer a Dios como "ser purísimo" y percibirlo como "acto puro". S. Buenaventura en el capítulo 5 quiere situarse por encima de todo vehículo creado e invita a quien quiera contemplar las propiedades invisibles de Dios en cuanto a la unidad de su esencia, a fijar la mirada sobre el ipsum esse, como primer nombre divino, y a constatar que este ipsum esse es de tal modo cierto en sí mismo, que no se le puede pensar como no existente, ya que este ser purísimo no puede existir sino con la exclusión absoluta del no ser. Al modo como la nada absoluta no tiene nada del ser ni de sus atributos, así el ipsum esse no tiene nada de no ser, ni en acto ni en potencia, ni en la realidad ni en el pensamiento. Después de ver y admirar el largo análisis del tema de la percepción de Dios en el proceso del conocimiento, Bérubé nos lleva a esta conclusión: "S. Buenaventura demuestra que, en el orden absoluto del conocimiento, la prioridad pertenece a Dios como acto puro, y no a un ser particular mezclado de potencia, ni a un concepto común del ser, que no tiene acto por sí mismo ni puede, por tanto, causar el conocimiento, eliminando así con una palabra una teoría del conoci– miento en que el primer conocido sería el concepto común análogo del ser, para dar esta prioridad a Dios como acto puro. Esto constituye una opción filosófica de primer orden". Alude luego Bérubé a los prodi-

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