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S. BUENAVENTURA FILÓSOFO 445 especie de contacto parcial. En el enunciado y en el resumen de su posición no emplea el término obiectum para designar el modo bajo el cual el espíritu toma éontacto con esas "razones eternas". Esto, sin em– bargo, parece requerido por la lógica misma de su opinión, que toma una vía media entre dos tesis contrarias que juzga excesivas. En la prime– ra, la evidencia de la luz eterna sería la razón de conocer total y única; en la segunda el entendimiento no toca la luz eterna en sí misma, sino en su influencia. La posición intermedia escogida por nuestro Doctor la considera Bérubé una simple atemperación de la primera. Consiste en decir que esta evidencia de la luz eterna no es una razón de conocer total y única, ni una razón claramente percibida, sino que concurre con la razón creada y es percibida oscuramente como norma y motor de la inteligencia. Así no es extraño que el término objeto aparezca en el curso de la prueba. Esta prueba es doble: una de pura razón, otra fundada en la teología de la imagen. La prueba de razón se funda en la nobleza misma del conocimiento cierto, que supone un objeto inmutable y una inteligencia infalible. La prueba por la dignidad del sujeto cognoscente, por su calidad de imagen, deja en la duda de si las razones eternas influyen en el alma como objeto del conocimiento o simplemente como principio del mismo. Un paso más o menos explícito de una teología de la imagen a una filosofía del conocimiento de Dios se encuentra en Cuestiones sohre el misterio de la Trinidad. Por la luz naturalmente dada al hombre e impresa en él como reflejo de la faz divina, la razón dicta a cada uno que hay que tener una idea elevadísima y piadosísima del primer principio: (174) porque no provie– ne de ningún otro y porque todos provienen de él. En esto están de acuerdo todos, piensa S. Buenaventura: judíos, sarracenos, herejes. (Es a la Trinidad a donde no pueden llegar con la razón). Dios como primer principio es, pues, una verdad indubitable, impresa en toda inteligencia. Aparte las pruebas de autoridad S. Buenaventura aduce cuatro argumentos de razón a partir del deseo de la sabiduría, de la felicidad, de la paz y del amor a la verdad (175). Esta verdad "es cierta para quien la comprende, pues es innata al espíritu racional en cuanto que tiene razón de imagen, en virtud de la cual le es inherente el apetito natural, el conocimiento y la memoria de aquel a cuya imagen ha sido hecho, hacia el cual naturalmente tiende

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