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440 BERNARDINO DE ARMELLADA didad del amor de Cristo, que supera toda ciencia - se presta admirablemen– te para encuadrar esta concepción de la teología como la ciencia destinada a llenar de vida divina al cristiano enseñándole las dimensiones de la caridad de Cristo a la luz de la fe y de los dones del E. Santo: origen, desarrollo y conclusión de toda la S. Escritura, que se dice Teología (126). 9. En relación con esta teología, ciencia fundada sobre la fe y revela– da por el Espíritu Santo, la filosofía es un conocimiento naturalmente adqui– rido o innato. S. Buenaventura había hablado, en I Sent., de una subalternatio distrahens, en que la razón ilustrada por la fe añade al dato revelado razones que promueven su inteligencia. Aquí, aparece una teoría equivalente en que la teología, a través de la filosofía, asume las propieda– des de las cosas para hacer de ellas un espejo de lo divino y erigirse en escala cuya cima llega al cielo mientras el pie se apoya en la tierra. La teología sigue identificada con la S. Escritura (128). En suma, que Buenaventura olvida lo que dijo en el I Sent. y vuelve a la idea tradicio– nal de la teología como ciencia de Dios contenida principalmente en la Escritura y secundariamente en las obras de los teólogos y a la que se da el nombre ordinario de Sacra Scriptura. Ello no obsta para que la filosofía, como función natural de la mente, continúe siendo considerada como un valor fundamental. En 1257 S. Buenaventura tiene que dejar la cátedra de teología a consecuencia de su elección como Ministro General de la Orden. Elle no significa el abandono de la teología ni el olvido de la filosofía. Y si bien no tendrá ya oportunidad para trabajos directamente sistemáticos, sus otros escritos demuestran que siguió dándose una evolución en si: pensamiento. Bérubé encuentra en algunos sermones referencias positiva! a la filosofía. "Los que aman la Escritura aman también la filosofía } se sirven de ella para confirmar la fe". Y al tratar del "don de ciencia" le señala dos presupuestos: La luz natural de la razón y la luz infusí de la fe. La primera origina la ciencia filosófica; la segunda, la ciencif teológica. Sobre estos dones de Dios, está el propiamente dicho don d( ciencia y la luz de la gloria. Y aunque la claridad de la ciencia filosófici comparada con la ciencia cristiana quede relativizada en su valor, la filoso fía sigue siendo un conocimiento cierto por la investigación racional, bas( humana para las demás perfecciones. 10. Los límites de la filosofía son comparables a los de la teología en cuanto que no provienen de su esencia, sino de la fragilidad de

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