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S. BUENAVENTURA FILÓSOFO 439 humano, por tanto - aunque está subordinada a la Escritura como fuente de la inteligencia de la fe. Esta función corresponde a la razón iluminada por la virtud de la fe y los dones del Espíritu Santo. Aquí Buenaventura no hace mención de la Escritura como idéntica a teología. El término Escritura lo toma en sentido propio, es decir, designa los libros sagrados, los cuales, a falta de certeza teológica, ofrecen al teólogo un principio de certeza mayor que la razón. El supuesto proceso evolutivo se complica en el Breviloquio. Su fecha de composición hay que situarla antes de febrero de 1257, en que Buena– ventura es elegido Ministro General. Los críticos se preguntan si el prólo– go de esa obra no será posterior a la redacción del cuerpo de la misma. La razón está en que en él se identifica teología con S. Escritura, mien– tras en las demás cuestiones permanecería la idea escolástico-anselmiana del Comentario a las sentencias. Según Bougerol el prólogo sería una introducción a la Escritura, y el resto de la obra un compendio de teología (123). Escritura y Teología seguirían siendo consideradas como netamente distintas (carácter no cientí– fico y científico respectivamente). Esta opinión, en sí coherente con la distinción que Buenaventura establece en el Comentario a las Sentencias, contradice, según Bérubé, la letra y finalidad del Breviloquio. Porque en el capítulo primero sigue identificando S. Escritura y teología. Escritura– teología que es la ciencia perfecta, la sabiduría perfecta; ciencia una: por su objeto "a qua omnia" (Dios), por su objeto "per quem omnia" (Cristo), por su objeto "ad quod omnia" (Salvación), por su objeto "circa quod omnia" (vínculo de la caridad); y también por su doble objeto "de qua omnia" (lo creíble contenido en los libros canónicos) y lo creíble en cuanto inteligible, contenido en los libros de los expositores. En opinión de Bérubé no puede menos de ser una identificación intencionada (124). El dialéctico de antaño, después de siete años de trabajo teológico, se transforma en expositor de la Escritura, no para negar la función de la investigación racional, sino para afirmar que no está ahí toda la teología, ni quizás la función principal del teólogo. Es la reivindicación de la prioridad de la meditación de la Escritura a la luz de la fe por encima de la elaboración y justificación racional. Buena– ventura no piensa ya - si es que alguna vez lo pensó - que la sola condición para el trabajo del teólogo sería partir del dato revelado. y poseer una lógica interna, incluso sobrenatural. El texto paulino de Ef 3, 14-19 con que se 1mc1a el prólogo - y que anima a la comprensión de la anchura, largura, altura· y profun-

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