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S. BUENAVENTlJRA FILÓSOFO 437 turaleza de la teología en San Buenaventura aparecen totalmente divergen– tes: desde la afirmación de Bonnefoy de que "la razón es señora en teología'' a la de Dettloff de que la teología no es otra cosa que la inteligencia de la Escritura. Bérubé distingue, con Tavard, entre razón teológica y razón filosófica y, con González, entre fe y don de inteligen– cia. Pero al mismo tiempo se pregunta si esto no es suponer implícitamen– te que el uso de los métodos racionales de investigación no es otra cosa que emplear procedimientos humanos diferentes de los que obran en la inteligencia de la Escritura. Se sabe, por claros ejemplos históricos, que la inteligencia de la Escritura es también accesible al hombre simple, ig~10rante de la teología escolar. De todos modos, si toda la teología tiende a la inteligencia de la Escritura, hay una diferencia profunda entre el ideal de una teología según el espíritu y el método de S. Anselmo y una teología únicamente fundada sohre la autoridad de la Escritura como la que Ratzinger ve profetizada en las "Colaciones sohre el Ilexaémeron". En el primer caso, se privilegiaría el trabajo racional para encontrar las razones necesarias, o por lo menos las razones probables, mientras que en el segundo caso, el factor primordial será la meditación asidua de la Escritura y la influencia de los dones del Espíritu Santo. De especulati– va, la teología se convertiría en escriturística (103-104). Según Bérubé es posible que los diversos puntos de vista resulten complementarios y no opuestos. Y para demostrarlo sugiere una perspecti– va relativamente nueva para el estudio del pensamiento del Seráfico Doc– tor. Hasta hace poco, advierte, no se tenía en cuenta la posibilidad de una evolución en el pensamiento de San Buenaventura. Es en un meticu– loso estudio de una evolución cronológica, donde él va a descubrir un factor decisivo que podrá iluminar muchas incertidumbres (105). El primer paso es examinar cómo se entendía la teología en la escuela de París cuando San Buenaventura estudia. Eudes de Rigaud distingue en teología dos clases de principios y dos clases de conclusiones: principios innatos que la teología no tiene que recabar de las otras ciencias y de los que puede sacar conclusiones que son propiamente científicas, y artícu– los de fe que sólo son conocidos a través de la fe, igual que las conclusio– nes que de ellos se deducen. Para Endes estas conclusiones no son ciencia simpliciter, sino ciencia de la fe. La distinción entre ciencia simpliciter y ciencia de la fe se hará clásica. Pero con esto no queda dicho todo sobre la cuestión. Habrá que determi– nar todavía si puede haber una consecuencia necesaria a partir de un principio admitido solamente por la fe.

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