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148 ALEJANDRO DE VILLALMONTE de María, sino a la condición teologal de todo hombre que llega a este mundo. Los actuales maculistas aceptan que, dejadas otras "autoridades/ra– zones", la tesis del pecado original viene exigida por la excelencia del Salvador. Los actuales inmaculistas replican que la excelencia del Salvador excluye la previa incursión en el pecado original. Todo hombre nace ino– cente y agraciado por Dios y ahí mismo se muestra la excelencia del perfectísimo Redentor de todo hombre que llega a este mundo, y cuando llega a este mundo. Dos afirmaciones son básicas en la anterior argumentación; el hecho de la concentración cristológica de la discusión sobre el pecado original, y la afirmación de que la excelencia del Redentor más excluye que favorece la doctrina tradicional. La primera constatación la hemos documentado en numerosas ocasiones 18 • La segunda parece clara si, como hemos indi– cado, la acción salvadora de Cristo se contempla desde los principios de una mejor cristología, soteriología y caritología. 2. Desde el misterio de la Inmaculada al misterio del hombre original– mente inocente Poco después de la muerte de Escoto, y luego durante siglos, los maculistas impugnaban su argumento del excelentísimo Redentor diciendo: si el excelentísimo Redentor ha de impedir que María contraiga el pecado original, habría de mostrar su excelencia máxima impidiendo que lo con– traiga cualquier hombre. La consecuencia es inadmisible, luego también el antecedente. Con el pretexto de hacer a Cristo excelentísimo Redentor, se corre el riego de convertirlo en nulo Redentor. Los inmaculistas antiguos se defendieron bien en referencia al caso de María. Lo propusieron como un "singular privilegio y gracia". Pero ahí se quedan, sin pensar en la repercusión que este "caso" pudiera tener para los demás seres humanos. Nosotros seguimos adelante en la misma dirección, cultivando la idea del excelentísimo Redentor. Y pensamos que, análogamente a como vale para mostrar la inocencia original de María, vale para mostrar, en forma propor– cional, la inocencia original de todo ser humano. Sólo se requiere que la idea del excelentísimo Redentor se explicite desde los principios teológi– cos antes indicados. 18 Ver los art. citados en las notas 2 e 4, y A. de Villalmonte, Universal redención de Cristo y pecado original, en Est. Franc. 75 (1974) 4-45.
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