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146 ALEJANDRO DE VILLALMONTE la necesidad de la gracia - en cualquiera de sus manifestaciones: encarna– ción, revelación, acción interna - en la tensión existente entre el ser "natural/creatural" del hombre, y el fin "sobrenatural" al que ha sido destinado 17 • La incursión en el pecado intensifica la impotencia soterioló– gica del hombre y la correlativa necesidad de la gracia; pero no la crea de nuevas. Tal impotencia viene de más hondo y de más lejos. Desde esta perspectiva podemos volver sobre el argumento de los "maculistas" y detectar su falsedad. No vale decir: excluís a María de cualquier pecado (original-personal), luego quitáis en ella toda necesidad de gracia. No es así. Por su condición natural de simple creatura está-ya absolutamente necesitada de gracia, que la eleve al ser sobrenatural. Y cuanto más densa es la realidad sobrenatural a la que es elevada, más necesitada está de gracia. María es, pues, la creatura "necesitadísima" de la gracia salvadora de su Hijo; aunque no tiene pecado y precisamente por no tenerlo. Al terminar esta primera parte de nuestras reflexiones advertimos dos cosas: 1) Escoto no fue tan explícito y sistemático en fundamentar su teología de la Inmaculada en su propia cristología, soteriología y carito– logía, como lo somos nosotros en estas páginas; 2) sin embargo, me parece cierto que los principios aquí utilizados son plenamente escotianos. Y el teólogo actual puede/debe realizar sobre ellos una relectura dinámica, evo– lucionada, que le dote de eficiencia para contribuir al desarrollo de la renovada teología de la Inmaculada que se intenta en nuestros días. II. DEL MISTERIO DE MARÍA INMACULADA AL MISTERIO DEL HOMBRE REDIMIDO Recuérdese la intención específica de las reflexiones que proponemos en estas páginas. Damos el último paso en esa dirección, indicando: 1) la situación actual de la teología del pecado original; 2) el hecho de la "inocencia original" de María abre el camino para hablar de la inocencia de todo hombre al entrar en la existencia; 3) el dogma de la Inmaculada no corrobora, destruye la teoría del pecado original; 4) cautela metodológi– ca, que efecta a la totalidad de nuestra reflexión. 17 En Ord. I, pro!. p. 1, q. unica: I, 1-58. Habla directamente de la necesidad de una revelación sobrenatural. Pero los principios teológicos valen para toda la intervención divina en la historia de la salvación.
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