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76 ENRIQUE RIVERA 3. Prudencia de los ancianos Es posible que la problemática aneja a la tercera edad esté poniendo en sombra oscura lo mejor de esta prudencia. Esto mejor lo ha troquelado la sabiduría popular en uno de sus proverbios: Del vie;o el conse;o. Una aureola de sabiduría práctica ha coronado por largos siglos las canas del anciano. La historia bíblica refiere cómo Roboam tiene que lamentar la división de su reino por no seguir el consejo de los ancianos. A su vez, el salmo bíblico de alabanza a la ley canta en uno de sus versos: "Super senes intellexi, quia mandata tua quaesivi" (Ps 118, 100). No se puede ensalzar de mejor manera la sabiduría del anciano. Asu– miendo este espíritu de veneración a la sabiduría de los mayores, el órgano de la Orden capuchina, Analecta Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum, durante más de 80 afíos, desde su publicación en 1884, llevó, como lema en el subtítulo este texto bíblico tan apremiante: "Interroga patrem tuum et annuntiabit tibi, majares tuos et dicent tibi" (Deut 32, 7). Era confesar la deuda sapiencial con nuestros antepasados, al mismo tiempo que era un apremio para recordar y seguir sus mejores enseñanzas. Dos causas explican las iluminaciones sabias de los patriarcas familia- . res. La primera hunde sus raíces en el misterioso legado que nos han transmitido los siglos. Este legado son las venerables sabidurías de lás que hemos hecho ya mención y que han hallado siempre en los ancianos pequeños embalses de su río caudaloso. La segunda la pone muy en relieve Aristóteles, cuando afirma que el joven no puede hacerse cargo ·de la virtud de la prudencia por carecer del conocimiento de los múltiples casos singulares de la vida humana. Por el contrario, el anciano, ante los éxitos y fracasos que en la vida ha experimentado en sí y en los demás, adquiere esa peculiar sensatez y juicio que le caracterizan. La gran virtud de la prudencia surge entonces en lo más fondo de la mente del anciano, a quien largos años le han dado peculiar clarividencia. Si ahora reflexionamos cómo el anciano adquiere su sabiduría pruden– cial, tenemos que decir que, en paralelismo con las otras sabidurías, es más por intuición que por razonamiento. En ocasiones el anciano se encara con el discurseador lógico para decirle .: "Razonas bien, pero yo veo me– jor". Este "ver mejor" es algo intuitivo que el sentido p:i;-áctico de la vida va acrisolando hora a hora. Hoy, como otros excelsos valores, se cotiza a la baja. Mayor motivo para mantener en pie esta prudencia de los ancianos en su venerable silla doctrinal. El poeta hispano José M. ª Pemán, ante el recuerdo de su madre, ha resumido esta venerable sabi– duría en un sólo verso: "la verdad va por un puente de madres en-

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