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l l I j KNCUENTRO DE CULTURAS, .• propósito, remacha Unamuno la oposición latente entre el pueblo silen– cioso de España y la alborotada historia nacional. Pero lo más signifi– cativo en esta ocasión es advertir que para Unamuno la historia nacio– nal es la tolvanera que levantan los siglos ante la lucha de unas nacio– nes contra otras. Lo que late detrás de las historias nacionales es nn conjunto de intereses y de logros materiales, disputados con otra poten– cia. De aqui la lucha, la guerra y el canto marcial de la victoria .Una– muno, que ya de niño sintió la PAZ EN LA GUERRA 9 , optó para siem– pre por la primera contra la segunda. Y vio la primera ligada a las eter– nas vivencias de los pueblos, y la segunda vinculada al forcejeo de las naciones que luchan entre sí por el dominio. De aquí su enemiga a la historia secular, tan ponderada en los libros, pero que lleva en sí el estig– ma de muerte de generaciones sacrificadas a la lucha. No es por aquí por donde asoma la cultura como cultivo espiritual del alma. La civilización, tal vez. Sobre todo, si es entendida como con– trapuesta a cultura. Es decir, como ese conjunto de artefactos que mo– tivan el bienestar y que se ha dado en llamar progreso. Progreso mate– rial, técnica que lo provoca, civilización como conjunto de sumandos que lo determinan, nación que lo fomenta, historia que lo pregona: todo ello queda para Unamuno en la infraestructura de la verdadera vida cultural de los pueblos. Por este motivo, ni entre las naciones, ni en la historia que pregonan los siglos se puede poner el problema de encuentro de culturas. Bien se puede hablar en este caso con O. Spengler, de culturas constitutivamente cerradas. La nación, en cuanto nación, es decir, en cuanto suma de intereses colectivos que se oponen a los de otras colectividades es siempre semilla de lucha y nnnca de inteligencia y comprensión. Menos aún, de encuentro y abrazo. Tenemos, pues, que dejar la historia de las naciones y el alboroto de los siglos para dar con el verdadero pueblo. Este, que en ocasiones dor– mita debajo de la historia, es el verdadero resorte de lo mejor de la misma y en él laten posibilidades de abertura a toda la humanidad. Con ello nos abocamos al segundo plano de la visión de Unamuno: el plano de la intrahistoria. Un pasaje de su ensayo, En torno al casticismo, nos introduce de lleno en este nuevo tema de la intra-historia. Dice así: «Las olas de la historia con su run10r y su espuma que reverbera al sol, ruedan sobre 9 Con este mismo título Paz en la guerra, cuyo tema es el contraste entre la paz eterna del pueblo frente a la guerra incivil de la historia, o. c., t. II, PP. 87-301.
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