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BNCUKNT.llO VE CULTURAS, •• 201 de nuevo con esta visión del doble plano en la mente de Unamuno, pues ella nos va a servir de guía en nuestra reflexión. Unas palabras del mismo en las que declara lo que es para él un poema que brota de den– tro y un artículo de periódico que mira hacia fuera nos adentran, desde una nueva perspectiva, en este doble plano. Como colofón a su poema Teresa, escribe: «He insertado en este marco de las Rimas de mi Rafael unos poemas mios, que han manado de mi alma a la vez que los artícu– los periodisticos con que trato de dar vida a la historia de mi contur– bada España, fruto aquéllos de mis horas como éstos de mi siglo» 1. El primer contraste que entabla Unamuno entre sus poemas y sus artículos periodísticos es que los primeros le han manado del alma, son agua sustancial de la fuente de su espíritu. Los otros, los artículos pe– riodisticos, están dirigidos a remover aun más la ya conturbada historia de España. Pero se ha de advertir que esa conturbada historia no es nunca marejada de fondo. Es tan sólo encrespamiento de aguas super– ficiales. Para señalar este contraste entre la historia profunda de las almas y de los pueblos y la superficial, reflejada en los periódicos, Una– muno acuña una frase, estilo aforismo, en la que llama a los poemas «fruto de mis horasD, y a los artículos de periódico «fruto de mi siglo». El contraste entre los siglos y las horas resume en el pensamiento de Unamuno toda una filosofía de la historia. Y esta filosofía de la historia halla su expresión poética en estos versos tan densos y tan bellos: Los siglos son la historia, las horas el amor; va con la historia, gloria; con el amor, dolor. Van pasando los siglos, las horas al volver; desfilan los vestiglos, se queda la mujer. El mismo comenta estos versos con estas sugeridoras palabras: «Para ese poeta, que tenía su filosofía -poética, por supuesto- las horas son lo eterno, o sea, lo que vuelve como vuelven las olas del mar... y las flo– res y las nieves; y los siglos, lo pasajero. Los siglos son la historia, y las horas, la costumbre 2• La costumbre, añadimos comentándole, retor– na día a día para venir a ser la esencia de la propia existencia. Cuánta 1 Teresa. Rimas de un poeta desconocido. Obras Completas (ed. Escelicer). t. VI, p. 669. 2 Teresa ..., n. 76, o. c., t. VI, p. 633.
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