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ENCUENTRO DK CULTURAS••• 223 no tanto como a veces se piensa. Pero, aun dentro de estas divergencias, permanece siempre un tema eterno. El que es auténticamente humano. Con E. D'Ors pensamos que históricamente ha florecido ya una cul– tura privilegiada: la cultura greco-romana. Y que en el aspecto religioso hay una luz sin ocaso: la cristiana. En algún sentido podemos ver en el aspecto humano del clasicismo y en el aspecto divino del cristianis– mo dos coordenadas de valor perenne. D'Ors, sin embargo, exageró el significado paradigmático de ambas, al juzgar que fuera del clasicismo y cristianismo todo lo demás es decadencia. Ortega corrige a D'Ors en este punto. La historia es perenne con– quista de una meta siempre más elevada. Cristianismo y clasicismo son dos parámetros que señalan valores perennes. Pero ello no quiere decir que el Cristianismo lo acapare todo en el aspecto religioso, ni el cla– sicismo en lo que toca a los valores humanos. Ambos deben abrirse a otras culturas y enriquecerse con su aportación. Así se llegará a una plenitud integradora. Esta plenitud integradora no sólo pide un encuentro de culturas, sino la intercomunicación viva y fraterna de todas las mentes y de todos los pueblos. En este momento no puede por menos este pensador que vive en Sa– lamanca de volver los ojos a uno de los grandes maestros salmantinos que vivió en el siglo xv1: al maestro Fray Luis de León. Alain Guy, en el mejor estudio que se ha hecho sobre su pensamiento filosófico -en España se le ha estudiado hasta la saciedad en el aspecto literario, l')ero muy poco desde la filosofía-, advierte que es un tema capital y cons– tante en Fray Luis la búsqueda de la unidad. Que la conciencia aguda de la división en que se hallaba la humanidad en aquel siglo de guerras -y de hierro, añade Menéndez Pelayo- se encuentra en el corazón de la Weltanschauung luisiana. «Fray Luis debió ser extremadamente sen– sible a esta dolorosa situación universal en que los particularismos va– nidosos y exacerbados se afirman violentamente los unos contra los otros en un exclusivismo extremoso, en que cada ser se sitúa orgullosa– mente oponiéndose a su prójimo, con lo que todo se revuelve en una multiplicidad sin límites que rechaza obstinadamente toda unidad» 4!1, De aquí su avidez de unificación y de síntesis. De aquí su profundo anhelo de paz, pues siente alzarse este anhelo de todas las creaturas 411 GuY, ALAIN, El pensamiento filosófico de Fray Luis de León, trad. espa– ñola, Madrid 1960, p. 153.

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