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.:uo KN.RIQUE !UVERA Dli: VENTOIA lores eternos. Por este motivo toda la preocupación de Ortega se dirige a completar los hallazgos de la razón pura, tanto platónica como carte– siana, con los descubrimientos y aportaciones de la razón histórica. Es ésta la que nos muestra al hombre siempre peregrino en busca de nue– vos valores. Pero estos valores, insiste Ortega contra los relativistas, no se crean. Se los descubre, desvelándolos. El velo de Maya los tenia encubiertos. Dichoso el humano que es capaz de levantar una mínima porción de ese velo de misterio y dejarnos patente una nueva idea, un .nuevo valor, que iluminen y alienten al hombre en el viaje azaroso de su existencia. En este momento Ortega se acerca a la concepción de D'Ors. Si no hay constantes en la historia que es constitutiva movilidad, hay valores eternos e inmutables que podemos conquistar o perder en el correr de la historia. Precisamente, es esta conquista o esta pérdida lo que cons– tituye la trama de toda verdadera historia. Lo demás es anécdota in– trascendente. A esta luz se nos hace trasparente la reflexión de Ortega sobre la relación entre lo eterno y lo temporal. Piensa, en efecto, que la histo– ria, al mostrarnos la variabilidad de las opiniones humanas parece condenarnos al relativismo. Pero como da un sentido plenario a cada posición relativa del hombre y nos descubre la verdad eterna que cada tiempo ha vivido, supera radicalmente cuanto en el relativismo hay de incompatible con la fe en un destino trasrelativo y como eterno en el hombre. «Yo espero, dice Ortega, por razones muy concretas, que en nuestra edad la curiosidad por lo eterno e invariable que es la filosofía y la curiosidad por lo voluble y cambiante que es la historia, por vez primera se articulen y abracen. Si el racionalismo cartesino, fijos sus ojos el eterno, fue incapaz de valorar la historia, en cambio, el histori– cismo y el positivismo del siglo xrx se desentienden de todo valor eter– no para salvar el valor relativo de cada época. Con todo, es inútil que intentemos violentar nuestra sensibilidad actual, que se resiste a pres– cindir de ambas dimensiones: la temporal y la eterna. Unir ambas tiene que ser la gran tarea filosófica de la actual generación 42. Desde esta filosofía de la historia que intenta aunar lo temporal y eterno se hace diáfana la concepción orteguiana sobre el desarrollo de 1as culturas. Ellas son para Ortega «los órganos gigantes. que logran 42 ¿Qué es filosofía?. en O. C .., t. VII, pp. 285-6.

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