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2 L!- ENRIQUE RIVERA UE VENTUS,\ A la aparición sucesiva de las constantes en la historia le da el bello nombre de epifanías. Distingue cinco en el curso de nuestra historia de occidente. Primera, la epifanía del hombre por la obra interioriza– dora de Sócrates y de los estoicos, y que halla en la cultura griega su máxima expresión. Segunda, la epifanía de la sociedad católica, abierta a todos los pueblos en la Ciudad de Dios de San Agustín. Tercera, la epifanía de la monarquía y del imperio cristiano en Dante, en quien el orden temporal y el espiritual se distinguen netamente y mutuamen– te se reclaman. Cuarta, la epifanía del pueblo, que surge poderosa en los días de la revolución francesa y en la declaración de los derechos del hombre y que llega a ser muy luego la clave de la interpretación de la historia en los defensores románticos del Volksgeist. Quinta y úl– tima, la epifanía de la cultura, que es la de nuestro momento actual 3'-. Para comprender la grandeza y la novedad de esta última y definiti– va epifanía E. D'Ors nos propone otra definición de cultura que es la siguiente: «cultura es aquella situación intelectual de la humanidad que ha adquirido concienciu de la continuidad en el tiempo y de la ,<J-nlidu– riclad en el espacio» 33 • Aho:ra bien; piensa D'Ors que esto es lo que sucede en nuestro momento histórico. Hoy asistimos al despertar de una gran conciencia de solidaridad entre todos los pueblos en el espa– cio y en el tiempo. Y con un optimismo cultural que no todos condivi– den añade que en todos los órdenes el mundo que nace está volviendo al culto de los valores eternos. Todo se integra. Y nunca se podrá afir– mar con sentido que un pueblo que fue católico puede, de la noche a la mañana, dejar de serlo. Como tampoco se podrá justificar la afirma– ción de que los valores perennes del clasicismo pagano pueden ser eliminados por el Cristianismo. La raíz de ello está en que no existe oposición alguna entre estos diversos valores culturales. Y ahora ama– nece la época de la síntesis suprema, de la unión integradora de los mismos. El primer tentativo de cultura ecuménica fue el del Emperador Au– gusto, dice D'Ors. Pero le faltó perennidad. Cuando el Cristianismo do– minó en el imperio, los valores del clasicismo retrocedieron, aunque no a causa del mismo Cristianismo, sino de otros factores históricos ci.r- 32 Da una visión sintética de las epifanías en La civilización en la historia, pp. 223-227; en La ciencia de la cultura da un amplio desarrollo, pero sólo de las dos primeras: la epifanía del hombre y de la sociedad. La obra quedó truncada. 3J La cü,ilización en la historia, p. 145.

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