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•NCUENTRO lJI! CULTURAS, •• 213 ~ncontrar la norma o canon, que debe ser perfectamente visible para poder ser claramente utilizada. En esta ocasión, E. D'Ors, sin contactos de escuela con la fenomenología, utiliza este método del modo más ele– vado. El fenómeno nos revela el ser, afirma la moderna fenomenología y afirmaba ya el maestro de la filosofía, Aristóteles. D'Ors va aún más lejos en esta línea de pensamiento. Afirma que la apariencia -así llama él al fenómeno- es más que la expresión de aquello que es. De tal suer– te que es al ser su elemento esencial. Pues el ser es lo que aparece y en tanto es en cuanto aparece. Por este motivo no tiene algún valor la distinción entre fondo y for– ma. El espíritu ya desde el primer momento es idéntico a la forma. Al mismo tiempo tanto el fondo como el concepto son inseparables de la forma. Es cierto que en el lenguaje usual se contrapone sistemática– mente lo superficial a lo profundo. Pero D'Ors ve en ello una sinrazón. En este sentido escribe: « ¡Ojalá lleguemos un día a tal estado y moda– lidad de cultura que, en el lenguaje diario, los términos «superficial» y «profundo>í fuesen intercambiables en sus valores hasta tal punto que calificar a alguna cosa como Hsuperficial» equivaliera a hacer de ella el supremo elogiml 10. Esta mente luminosa ve todo el campo del ser iluminado por la luz. Nada de mundos oscuros o subterráneos de– bajo del luminoso reino de la apariencia, porque la apariencia lo es todo: «En el principio era la apari.encia» 31 • El clasicismo es para D'Ors el momento histórico del despertar an– gélico de la razón que busca por doquier el canon, la norma. Afortuna– damente se la encuentra siempre que se la busca. Sobre todo en el campo de la ética y del derecho. El clasicismo, por lo mismo, goza de valor duradero. Al tema del canon y la norma va enlazada en la filosofía de E. D'Ors su teoría de las constantes históricas. Para él, la historia no es un mero encuentro de pasiones, de luchas de unos con otros en el escenario de la vida humana, como tantas veces se ha afirmado. La razón brilla siem– pre en ella y la domina. Y esta razón capta «modo angelico» ciertos va– lores eternos que vienen a ser en la historia las constantes. Tal impor. tancia da E. D'Ors a las constantes históricas, que toda investigación sobre la historia debiera ser el estudio de cómo y por qué aparecen 1as constantes en la misma. .vi El nuevo glosario (ed. Aguilar), Madrid, IV, p. 158. .-1 Ibidem.

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